Gonzalo Castro De la Mata Valdivia
Nuestro capital natural
Debe usarse para diversificar la economía
El Perú goza de uno de los territorios mejor dotados por la naturaleza. Nuestra geografía sustenta por lo menos tres de los principales pilares de nuestra economía: la pesca, la minería, y el turismo. Este último sector es, a su vez, dependiente de nuestra rica herencia cultural y nuestra excepcional biodiversidad.
Estas y otras riquezas naturales han sido la base de los ciclos de apogeo y colapso económico que hemos experimentado a lo largo de nuestra historia. Incluyendo los desmedidos derroches y los inevitables sufrimientos que siguieron luego de que se agotaran la plata de Potosí, el guano, el salitre, y el caucho. Nuestra historia muestra cicatrices profundas, como producto de estos episodios.
Un país que se duerme en sus laureles y pretende vivir de sus rentas, tarde o temprano deja de progresar. Esta dependencia exclusiva del capital natural se conoce como la “enfermedad holandesa”, y uno de sus síntomas es la aparición de distorsiones económicas que asfixian a los otros sectores económicos (ejemplo Venezuela). Por estas razones, los principales esfuerzos de la política pública en un país rico en recursos deben enfocarse en construir el capital humano y las instituciones, ambas áreas en las que nos encontramos a niveles muy por debajo de lo que nos corresponde en base a nuestro PBI.
Al mismo tiempo, sería un grave error ignorar la vital importancia del capital natural. La clave está en saber manejarlo y usarlo como trampolín para diversificar la economía y ayudar a construir el capital humano. Por ejemplo, es una equivocación pretender que la minería es un enemigo del “desarrollo rural.” Estos conceptos demagógicos se basan en mitos que se estrellan con la realidad de las cifras macroeconómicas: nada puede reemplazar en el corto plazo a los grandes proyectos mineros como motores importantes de nuestro crecimiento.
¿Hay que dar entonces carta blanca a todos los grandes proyectos de inversión? Por supuesto que no. La fórmula está en saber promover y premiar a las inversiones responsables, aquellas que implementan normas internacionales de primer nivel y que permiten a las industrias extractivas coexistir con el medio ambiente, como es el caso de Camisea. Al mismo tiempo, hay que enfrentar a la ilegalidad con coraje y en una guerra sin cuartel. La minería ilegal es, sin duda, el enemigo real porque erosiona nuestro capital natural al destruir nuestros ecosistemas.
Con respecto a la biodiversidad, se ha avanzado mucho, y debemos a nuestros grandes chefs haber puesto la palabra biodiversidad en la boca (literalmente) de los peruanos y del mundo. Pero queda mucho por hacer. Hay que seguir creando una conciencia cívica de respeto a nuestros ecosistemas, expandiendo y fortaleciendo nuestras áreas protegidas y respetando el territorio como lo que es, nuestro hogar. Esto será, además, la base del crecimiento del turismo. Con el Bicentenario a solo tres años, estamos en un momento ideal para consolidar la conservación y el uso inteligente de nuestro capital natural.
COMENTARIOS