No suelta la rama

Cuando la Corte Interamericana de DDHH es convertida en trampolín político 

Resuelta la votación en el Congreso, donde el gabinete se ha salvado por un pelo en la más demoledora derrota política del humalismo, la nueva mayoría parlamentaria en manos de la oposición se prepara para las siguientes batallas. 

Una primera será la interpelación al ministro de Energía. Pero la oposición no piensa olvidar ni menos poner de lado el veto constructivo a la candidatura del jurista García Sayán a la secretaría general de la OEA. 

Menuda sorpresa, sin embargo, es que, al parecer, la oposición tendría un aliado impensado en la Corte Interamericana de Derechos Humanos. 

En efecto, según fuentes bien informadas, dos de los jueces de la Corte IDH considerarían que existe incompatibilidad en que su colega postule a la secretaría general de la OEA y siga siendo, al mismo tiempo, magistrado de la Corte. 

Por lo visto resulta ofensivo para el organismo internacional de derechos humanos que la conducta del jurista sea como la del loro, que no suelta una rama hasta que está bien agarrado de otra. Eso es usar a la Corte de colchón para el caso de que el lance de trapecista político en la OEA termine mal por falta de un colega bolivariano que lo empalme a tiempo en el aire. En tal caso, piensa el jurista, ahí está la Corte para recalar de vuelta como quien regresa, cual Thomas Jefferson, a su plantación privada luego de servir en un cargo público. 

Solo que la Corte IDH, por lo visto, no es su chacra. Según la fuente, se le habría pedido al jurista que, en todo caso, renuncie a la Corte si desea postular a la OEA. Pero en lugar de eso lo que ha hecho es pedir licencia. Explicablemente, se resisten a dársela. 

García Sayán mezcla lo jurídico con lo político. Es perfectamente legítimo por supuesto, ejercer simultáneamente ambas ocupaciones, como los clásicos, pero nunca superponerlas. No caben dos sombreros al mismo tiempo en una sola cabeza. No es buena idea confundir la opinión política con la razón jurídica. Es de malos políticos y peores juristas.

Por Jorge Morelli
@jorgemorelli1