Felipe Tudela
¡No soy tu compañera, soy tu compañere!
La lucha por el lenguaje
Un video que protagonizan dos alumnos en una clase virtual, donde una alumna autopercibida como no binaria le pide a un estudiante que se dirija a ella como "compañere" y no como compañera, se ha vuelto viral. Las lágrimas de cocodrilo, la forzada indignación de la compañere Andra Escamilla, y la desanimada corrección por parte del compañero víctima del lenguaje inclusivo, hacen de la situación algo extremadamente irrisorio, demostrando lo ridículo que es forzar a usar el lenguaje inclusivo a los demás. Prueba de ello ha sido la lluvia de memes que ha desencadenado el video. No por nada el Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa calificó el uso del lenguaje inclusivo como "una estupidez" que desnaturaliza la lengua.
¿Pero, por qué el lenguaje inclusivo genera tanta molestia en sus detractores? En primer lugar, es un uso evidentemente erróneo del idioma. Según la RAE, el uso de la letra «e» como supuesta marca de género inclusivo es ajeno a la morfología del español. Además resulta innecesario, pues el masculino gramatical ya cumple esa función como término no marcado de la oposición de género.
En segundo lugar, hay un subtexto de chantaje emocional con el que este lenguaje inclusivo viene cargado. Se deja entender, entre líneas, que si uno no usa las palabras que ellos quieren, te vas a ganar una pataleta; como un niño malcriado que atormenta a su madre en el supermercado para que le compre un caramelo. De la misma forma en que el niño consigue con berrinches el dulce, los activistas del lenguaje inclusivo han logrado que el Observatorio de la RAE evalúe la posible incorporación del pronombre elle, no siendo esto definitivo.
Los defensores del lenguaje inclusivo (principalmente activistas feministas y LGBT) sostienen que lo que genera la irritación de los detractores es la resistencia y el miedo a los profundos cambios sociales que representan esas nuevas palabras. ¡Y no les falta razón! Efectivamente, ¿Quiénes son ellos para reinventar el idioma a través de sus fanatismos ideológicos? Según estos fanáticos, toda la humanidad ha estado usando mal el lenguaje. ¡Todo el idioma castellano ha sido un gran y grave error! Y por supuesto, son ellos los iluminados que realmente saben cómo debe hablarse.
Al no ser el lenguaje inclusivo un fenómeno orgánico, sino producto de intelectuales de escritorio en círculos universitarios, debe implementarse a la fuerza, a través del chantaje emocional de víctimas profesionales. La lucha política por el uso del lenguaje es algo que siempre ha sido parte de la agenda de la izquierda. Sin embargo, esto no se limita a palabras huachafas repetidas por la petite bourgeoisie para impresionar a sus colegas en el trabajo, sino también abarca la semántica.
La semántica es el estudio del significado de las palabras, que existen para que podamos distinguir una cosa de otra. Este proceso de discernimiento comienza con nuestras primeras palabras. Un bebé grita: "¡Mamá!" para distinguir a mamá de papá. Hoy en día, incluso esa distinción básica entra en conflicto con la ortodoxia políticamente correcta. El lenguaje es lo que nos permite pensar; utilizamos palabras para procesar conceptos, ideas y pensamientos, por lo que si controlas el lenguaje puedes manipular o limitar el pensamiento crítico. Si no puedes destruir o cambiar la realidad, por lo menos hazla incomprehensible.
En las décadas de 1930 y 1940, dos novelistas británicos predijeron la inminente tiranía de lo políticamente correcto: George Orwell y Aldous Huxley. Las frases que acuñaron se han convertido en sinónimo del régimen políticamente correcto: "Newspeak", "Gran Hermano", "crimen de pensamiento", "doble pensamiento" y “Soma”. En la novela “1984”, George Orwell describe la relación entre el léxico políticamente correcto, “Newspeak”, y el régimen socialista inglés “IngSoc”. «¿No ves que el objetivo de “Newspeak” es reducir el alcance del pensamiento?», afirma un miembro del partido totalitario. «la Revolución estará completa cuando el lenguaje sea perfecto. “Newspeak” es “IngSoc” e “IngSoc” es “Newspeak”». Lo mismo puede decirse de lo políticamente correcto y la izquierda.
La lucha por el control del lenguaje siempre ha sido algo característico de la izquierda. Aunque el lenguaje inclusivo tiene sus orígenes en el feminismo de los años setenta, a su vez se vio fuertemente influenciado por Antonio Gramsci, el periodista y filósofo marxista italiano de principios de los años veinte. Como marxista hegeliano, Gramsci se aleja del “determinismo económico” del marxismo tradicional (del que también sufren tantos miembros de la “derecha”) y construye la categoría de hegemonía para analizar y proponer la acción política, enfatizando la subjetividad y otorgando un lugar protagónico a la hegemonía cultural como elemento revolucionario.
La lucha por la hegemonía cultural no se limita al uso de pronombres, también incluye el lenguaje y todos los elementos que componen la cultura, como la historia, la música, la literatura, el arte, etc. En las palabras del teórico militar prusiano Carl von Clausewitz, “la guerra es la continuación de la política por otros medios”; por lo tanto, el habla es la práctica de la política por medios ordinarios. La corrección política utiliza los eufemismos como herramienta política, manipulando el lenguaje, utilizando términos vagos y jerga no solo para suavizar, sino también para ocultar e incluso contradecir las realidades a las que se refieren.
Asimismo, la lucha por el lenguaje es solo un aspecto de la lucha cultural. Como Winston Smith explica en la novela “1984” de Orwell: «Cada registro ha sido destruido o falsificado, cada libro reescrito, cada imagen ha sido repintada, cada estatua y edificio de calle ha sido renombrado, cada fecha ha sido alterada. Y el proceso continúa día a día y minuto a minuto. La historia se ha detenido. No existe nada excepto un presente sin fin en el que el Partido siempre tiene la razón».
Esto es lo que está pasando con el lenguaje, los libros, las películas y el revisionismo histórico, que ha llevado a la censura de libros y el retiro de estatuas de importantes personajes históricos como Cristóbal Colón. ¿La finalidad? Destruir todo lo existente para reemplazarlo con la nada, un igualitarismo destructivo, sin contenido ni referencias.
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