¡NO DESPRESTIGIEN AL PERÚ!

Reflexiones sobre democracia y elecciones

En el editorial “La Transición que no acaba” (3/3/16) El Montonero diagnosticó con precisión quirúrgica lo que, lamentablemente - y una vez más – evidencia la idiosincracia autodestructiva que reaparece periódicamente para venerar el “Antivoto”.  Una deidad maldita en la política del Perú.

La inocultable planificación de la campaña contra este proceso electoral tiene, sin duda, más torpedos escondidos. La amenaza y los ataques son reales y vienen de quienes  estigmatizan el fujimorismo y el aprismo, sin desfallecer en la tarea de reescribir hechos de la historia.  Es cierto que el voto popular por Fuerza Popular reivindicaría al odiado – y querido -  Fujimori y su controversial gestión en un acto colectivo libre y en plena democracia, como subraya Vargas Llosa. ¿Es posible explicar estas peruanísimas contradicciones  en el exterior, donde el relato de la "dictadura" ha contaminado hasta a los líderes venezolanos de la MUD,  a quienes la bancada de Fuerza Popular apoyó reiteradamente contra Maduro? ¿Cómo pretender que en otras latitudes se entienda que nuestras mayorías valoren positivamente “el legado de Fujimori”, como lo evidencian sus numerosas representaciones parlamentarias en el Congreso ?

Con la consigna de “evitar la elección de Keiko", las contra manifestaciones hostiles y violentas indican una operación articulada y bien financiada. Fuera y dentro, ONGs, prensa y redes sociales amplifican la campaña para deslegitimar las elecciones. El nihilismo destructivo del  “Antivoto” parece convertirse, nuevamente, en el gran factor unificador. 

El "juguete Guzmán" es el ariete de moda.  Pero los comentarios de la prensa formal se limitan a  la anécdota diaria y escandalosa que nutre argumentos esgrimidos hasta la saciedad. Los analistas independientes privilegian lo políticamente correcto para parecer "equitativos" con Todos por el Perú. Así se  facilita la campaña del "Anti" que encabeza el Sindicato del Odio. Sus ONG ya lograron espacios en diarios grandes del mundo. Sus comentarios se reproducen en la prensa peruana y acrecientan la sensación de incertidumbre e ilegitimidad que se quiere crear en contra de un acontecimiento nacional tan importante como las elecciones generales.

No se olvida la eficaz cruzada de Fujimori contra los “partidos tradicionales” que tanto costó a la institucionalidad política peruana de los 90.  Por eso resulta paradójico que, años después, el vivo recuerdo de ese gobierno haya consolidado la institucionalización del fujimorismo como el partido de masas más numeroso del país. Ni sus enemigos más encarnizados pueden negar esa realidad sociopolítica y electoral tan evidente. Tampoco se puede desmerecer el notable esfuerzo de concertación entre el APRA y el PPC,  los dos partidos con mayores credenciales ideopolíticas del último siglo.  Pero el “Antivoto” ignora ambas realidades, y se equivoca nuevamente.

Es sintomático que se haya minimizado una declaración tan contundente como  la de la doctora Jessica Clavijo, abogada del JNE, precisando que los recursos extraordinarios sólo pueden tratar sobre el debido proceso. No la destacaron sino  algunos juristas, apenas mencionados. No sorprende.  Nadie tiene las agallas de denunciar abiertamente esta campaña que puede mellar gravemente el prestigio de haber logrado enraizar la democracia en el Perú antes de su cuarta elección consecutiva.

Es censurable que ni siquiera el Jurado Nacional de Elecciones termine de una buena vez el desbarajuste que ha provocado - ¿o promovido ? -  con sus indecisiones y temores, haciéndose responsable de un eventual e imperdonable fracaso institucional.

Eduardo Ponce Vivanco