Luis Hernández Patiño
No. Con mi plata, no
Referéndum amenaza la integridad de nuestra sociedad
Este 9 de diciembre el gobierno va a hacer uso de mi plata, de tu plata, de nuestra plata. ¿Pero será en beneficio de nuestra salud? No. No, pese a las necesidades que hay en nuestro país. Y el gasto tampoco va a ser para una educación de real calidad, que no atente en contra de la integridad de los niños. Simplemente se va a derrochar en un referéndum que es promovido por el Gobierno, recurriendo para ello a tácticas de persuasión muy parecidas a las que el lobo utilizó para engatusar a la Caperucita, cuando ella quería llegar a la casa de su abuelita.
Así que, entonces, voy a marcar cuatro veces “no”. No, no, no y no. Y no solo porque no tengo vocación o disforia de caperucito, sino porque simplemente no tengo ninguna obligación de mostrar mi aprobación a un Gobierno que no ha hecho ni lo más mínimo por el bien común de nuestro país. No, porque en la práctica lo único que noto es un total desprecio clasista frente a las condiciones de vida de los más necesitados. Y es que, por ejemplo, no, no pues, no siento que se le haya dado al norte el tratamiento de reconstrucción que merecía luego de lo ocurrido con el fenómeno de El Niño. Y conste que las consecuencias de ese fenómeno no fueron un simple psicosocial que se produjo ayer o hace solo unas cuantas semanitas. No se ha dado tampoco la atención que los niños y ancianos del sur merecen frente a las olas de frío que año a año sufren.
Ya que mi plata me va a costar, no pienso darle luz verde a las reformas planteadas en el referéndum de este Gobierno. Hacerlo sería caer en el juego de una casta de aristócratas, acostumbrados a vivir nadando en privilegios y que ahora, como sea, están tratando de preservar su vieja posición socialmente dominante. Y que usan para ello a los políticos y periodistas que se ofrecen al régimen de turno como sirvientes y mucamas, sin importarles lo que al Perú le pueda pasar.
Pero mi percepción me lleva más allá a la hora de votar por el no. Porque en el fondo, aprobar las propuestas que se plantean en el referéndum de este 9 de diciembre dejaría a nuestro país políticamente expedito para por fin institucionalizar entre nosotros un modelo de sociedad de corte policial, en el que el individuo, o sea la persona humana que es el fin supremo según el primer artículo de nuestra Constitución, estaría bajo el total control del Estado, tal como se describe en la novela 1984 de George Orwell. ¿Acaso ello es solo una utopía literaria? No. Dados los avances de la tecnología, no estamos ante algo utópico.
Curiosamente, y pese a que se trata de una novela, en 1984 se nos ofrecen pistas de una situación que ya se estaría dando en nuestro país. Al respecto, es muy interesante repasar aquella parte en la que uno de los personajes, Winston, se pone a leer un libro titulado “Teoría y práctica del colectivismo oligárquico”. Ahí, por lo pronto, se habla de un Ministerio de la Verdad. Y ocurre que la función de los burócratas de aquel ministerio, cuya misión es falsificar los hechos históricos, no es muy diferente del papel que entre nosotros asumen esos a los que se les conoce como “políticamente correctos”. Aquí, ellos son los que dicen la verdad y hasta se reúnen en comisiones, que a nosotros nos cuestan, para que esa “verdad” colectivista, basada en el doble pensamiento, sea proclamada con una impresionante solemnidad que algunos tibios de la derecha nuestra respetan.
Según el texto que Winston lee, hasta que es capturado, el papel del Ministerio de la Verdad es imprescindible para la estabilidad del régimen. Sin embargo, no menos imprescindible resulta el trabajo del Ministerio del Amor, el cual se encarga del espionaje y la represión. ¿No habrá alguna coincidencia entre lo ahí planteado y nuestra realidad? Porque, por lo pronto, los nombres de los ministerios antes mencionados se sustentan en un paradójico descaro parecido al que se usa en nuestro medio para tergiversar, hasta invertir ideológicamente, el sentido natural de los hechos, de los conceptos e inclusive de las instituciones intermedias entre la persona humana y el Estado, empezando por la familia. Así, el llamado Ministerio de la Verdad se ocupa de las mentiras. El Ministerio del Amor se encarga de la tortura.
En los hechos, yo percibo que la integridad de nuestra sociedad está bajo amenaza. Y por eso, ya que el referéndum se va a hacer con mi plata, este nueve de diciembre voy a ejercer mi derecho a votar cuatro veces “no”.
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