Darío Enríquez
Muchachito del ayer, joven aún
Mírame cara a cara y sin temores
Aunque las redes sociales no alcanzan, en verdad, la importancia relativa que parecen tener, es indudable que avanzan, en forma sostenida, a convertirse en elemento fundamental del debate público. En realidad, una versión penosa de lo que queda de él: si antes tal debate era muchas veces el ejercicio fatuo de un falso elitismo intelectual, hoy se ha envilecido, y podemos afirmar que forma parte de la lamentable “civilización del espectáculo” que denunciara Mario Vargas Llosa justo días antes de integrarse él mismo a una de las tantas historietas decadentes del “mundillo mundial”.
En esta línea, es impresionante constatar lo que podríamos llamar la “pulpinización” de la escena política. No hablamos de los clásicos “pulpines”, versión corregida y aumentada de los millennials en el Perú, sino de cuarentones, cincuentones y hasta sesentones que ejercen, sin pudor alguno, como “pulpines” de la tercera edad. Podemos usar con ellos la conocida frase extraída del más logrado sketch de los Pataclaun en su primera e irrepetible época: “Muchachito del ayer, joven aún”.
Eso sí, estos pulpines (la versión “PUCPines” sí que es colosal) son palomillas de Windows que vociferan en las redes ciberflaúticas, pero no son capaces de cumplir con el “mírame cara a cara y sin temores” cuando dan una opinión. Se esconden en la masa informe de las redes sociales. Merecen que se les aplique el adjetivo final del criollo antiguo, esa palabreja que une como ninguna otra a peruanos y chilenos: ¡huevón!
En el perfil de estos viejos pulpines se repiten una y otra vez la misma manoseada rutina de recurrir a la descalificación ad hominem. Sin duda, poco conocen de otras formas más elegantes de enfrentar una discusión inteligente. De hecho, una frase que incluya “pulpín” e “inteligente”, necesariamente será de negación. Agregan a ello una nefasta lógica identitaria: dictaminan la pertenencia forzada a un grupo cuya identidad te obliga a pensar como el rebaño; de otro modo eres traidor, estás en el “lado oscuro”, no amas a tu país, no eres un “buen” peruano, te conviertes en el enemigo público número uno. Luego una encuesta del dúo Bonny & Clyde y cierran el asunto. Pamplinas.
Recuerdo la anécdota de dos viejos y grandes amigos, en mis tiempos universitarios al lado del Fuerte Rímac. Felizmente ninguno de ellos, con el paso del tiempo, se ha convertido en pulpín otoñal, pero los traigo a la memoria por una discusión en la que debí intermediar para calmar los ánimos. Uno de ellos, caracterizado por ser uno de los más informados en nuestro mundillo universitario de entonces, debió enfrentar la arremetida provocadora del otro que, buscando descuadrarlo en su discurso —ante la evidente carencia de argumentos para refutarlo— trató de liquidarlo con la frase: “La información es importante, pero sirve de poco sin formación”.
Recordaba esta historia porque, más allá de usarse como arma arrojadiza muy efectista en una discusión de ideas que no hay cómo ganar, también refleja la realidad de los viejos pulpines de hoy: gente que cuenta con mucha información (a menudo manipulada y orientada según intereses particulares), pero escasa formación para percatarse de la manipulación e identificar cuando se trata de montajes para falsificar hechos y realidades. Sin buena formación de base, incluso la gente “educada” (véase las comillas) será fácil víctima de andamiajes mediáticos, cuando no de desvergonzadas campañas de desinformación y demolición mediática.
Sucedió hace poco —una vez más— con un viejo pulpín tratando de negar la realidad misma de los hechos históricos. Nadie sensato ni serio puede negar que la relativa prosperidad del Perú de hoy tiene su origen en las grandes reformas de los noventa. Más allá de todo lo discutible y hasta condenable que tengan ciertos aspectos del proceso político de esos años, los hechos están allí y son irrebatibles. Es muy sencillo si tratamos de responder esta pregunta: ¿Cuáles son las grandes reformas entre 2001 y 2018 que sostienen el crecimiento económico de lo que se denomina “el milagro peruano”? ¡No se oye, padre!
Quienes pretenden contar con mucha “información” respecto de esos años (googleada de por medio, entre tanta basura escrita y por escribir en el tema) y postulan negar la realidad, se convierten en un penoso ejemplo de lo que hemos descrito líneas arriba: formación inapropiada para procesar la gran cantidad de información basura y separar aquello que puede ser validado con contraste, cruce de fuentes y confirmación. Google puede ser útil para un análisis serio si tienes buena formación promedio. Pero además, debes contar con una biblioteca decente en casa. De nada.
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