Dante Bobadilla
Mediocridad rampante
Los papelones y problemas de la prensa peruana
La semana pasada la prensa peruana hizo noticia mundial. Un par de periodistas fueron objeto de burlas por comentar la llegada de la sonda Juno a Júpiter, asumiendo que el artefacto estaba tripulado. Una vez más la pose los venció: en lugar de limitarse a informar lo que leen, no tardaron en lanzar sus siempre encantadores comentarios sobre la esforzada labor de los astronautas separados de sus familias por cinco años. Pero en esta ocasión le revelaron a todo el mundo la magnitud de su ignorancia.
En el Perú el caso fue barrido velozmente bajo la alfombra. La prensa apeló a su espíritu de cuerpo, encubriendo el bochornoso incidente y evitando criticar la paja en el ojo ajeno. Pero, vamos, algo habría que decir respecto a este papelón internacional que echa luces sobre la calidad de la prensa peruana, ¿no? Ya está bueno de considerar a la prensa como la vaca sagrada de la democracia. ¿Cómo es posible que dos periodistas que se ocupan de las noticias no estén enterados de un suceso de trascendencia mundial? Peor aún: ¿Cómo es posible que ignoren lo que es una sonda? ¿En qué cerebro cabe que se pueda enviar una misión tripulada a Júpiter, cuando aún se está estudiando el proyecto de enviar una a Marte? Es decir, la patinada es alucinante, al mismo nivel que los pulpines que no reconocen a Grau.
No es mi intención chancar a los autores de la barbaridad, sino llamar la atención sobre el nivel de la prensa en general. Porque no se trata solo de ellos, y no hablemos de los psicosociales y las mentiras de campaña. A diario vemos toda clase de patinadas en vivo, desde berrinches de malcriadez hasta comentarios fuera de lugar para expresar odios políticos fanáticos, pasando por pleitos de comadres y maltratos increíbles a los entrevistados. Pero la ignorancia de los periodistas no se limita a cuestiones científicas o tecnológicas: hay divas del periodismo televisivo y radial haciendo gala de ignorancia respecto a la historia, la estructura del Estado, la Constitución y la ley. Y hasta terminan asumiendo mitos como verdades. Si solo entrevistaran a la farándula pasaría, pero ¿quién las pone a hacer entrevistas políticas?
Más allá de sus limitaciones de información, algunos periodistas añaden sus malos modales, su poserismo ético, su activismo infantil y hasta su falta de control emocional. Todo eso pinta el panorama completo de lo que prima en nuestra prensa. ¿Cómo se explica todo esto? Es evidente que se trata de argollas. A veces basta un apellido ilustre y repetido en los medios, junto a padrinos complacientes; pero además son miembros del establishment dominante; es decir, del progresismo y la caviarada. Ellos campean en las columnas diarias, los programas y plataformas, cerrándoles el paso a quienes no piensan como ellos. Pongamos un ejemplo simple: hace dos meses el economista Eugenio D’Medina Lora publicó un muy interesante libro de economía y ciencia política titulado El mito de las cuerdas separadas, con prólogo de Hernando de Soto. ¿Alguien lo ha visto entrevistado en la televisión por este gran acontecimiento cultural? No. Y es que D’Medina no pertenece a la logia caviar. Peor aún: no tuvo reparos en apoyar al fujimorismo. En suma, es un apestado para la prensa progresista y será ignorado por todos. Así funciona el aplastante establishment caviar.
Pero bastaría que un progresista de medio pelo pergeñara unas líneas lloriqueando por la desigualdad o la discriminación para ser invitado a cuanto programa de TV y radio existe. ¿Alguien contó las veces que Pedro Salinas apareció en los medios hablando de su libro Mitad monjes, mitad soldados, escrito con la progre Paola Ugaz? Yo perdí la cuenta. Creo que superó de lejos a Jorgito Bruce cuando publicó su lacrimógeno librito Nos habíamos choleado tanto, con el cual deliraron un año entero. Pero Eugenio D’Medina no es ni progre ni caviar, y su libro no aborda los tópicos que la progresía ha determinado como los únicos de interés nacional. Así pues, seguiremos sumergidos en la pavorosa mediocridad de una prensa regentada por una izquierda que hace gala de su “sensibilidad” tanto como de su ignorancia rampante.
Dante Bobadilla
COMENTARIOS