Úrsula Letona
Mantener y potenciar el modelo económico
Su comprobado éxito frente al recurrente fracaso de la izquierda
“La función del socialismo es elevar el sufrimiento a un
nivel superior” Norman Mailer, escritor estadounidense.
En la entrega anterior criticamos el discurso de la izquierda del siglo XXI, reflejado en los lineamientos del Acuerdo de Huancayo que hoy, en pleno 2019, insiste en propuestas añejas, de las décadas de los sesenta y setenta. Estas “ideas económicas” y sus premisas, mantenidas hasta el fin del primer Gobierno de Alan García, tuvieron un catastrófico efecto sobre nuestra economía, con consecuencias que hasta el día de hoy los peruanos no hemos olvidado.
Hagamos un ejercicio para ver si podemos generar las mismas críticas para el modelo actual que se inicia a principios de los noventa. ¿Se trata de construcciones teóricas basadas en principios del liberalismo/neoliberalismo sin sustento en la realidad y en la historia? No, no son meras construcciones teóricas. Ya lo hemos explicado: la realidad y la historia muestran que solo aplicando los principios de mercado nuestro país ha logrado alcanzar tasas muy cercanas a su potencial de crecimiento. Solo en el periodo 2005-2018 nuestro país creció 54% (3% anual en promedio), no obstante haber enfrentado la gran crisis del año 2008 y haber tenido a los gobiernos de Humala y el actual, que solo sigue el impulso del contexto económico internacional.
El éxito del modelo resulta evidente y contundente si analizamos los resultados de largo plazo y los comparamos con los de periodos en los que se aplicaron los principios económicos socialistas. En 25 años de la vigencia del modelo socialista, desde el Gobierno del general Velasco Alvarado hasta 1990 (fin del primer Gobierno de García) el PBI real de nuestro país creció 41%, menos de 1.5% anual. Con el modelo instaurado a inicios de los noventa, en los últimos 25 años hemos crecido 229%, a razón de 5% anual; es decir, seis veces más que con el modelo socialista del que nos libramos a inicios de los noventa.
Otro detalle histórico evidencia las bondades del modelo liberal: el periodo de 1950-1967 fue también otro periodo de crecimiento significativo para nuestra economía, tal y como reconocen los propios economistas de la izquierda: “En la fase del auge del primer ciclo económico (que inició en 1950) la tasa de expansión del producto bruto interno fue de 5.5% anual como promedio” (Humberto Campodónico).
El economista de izquierda Félix Jiménez es más preciso en el dato histórico y muestra la bondad del modelo liberal de los cincuenta: “El periodo 1959-1967, es otro periodo de alto crecimiento económico. El PBI crece en esos ocho años a la tasa promedio anual de 7.2%”. Este gran crecimiento se retrae con Velasco (1968), pero ya Belaúnde había iniciado el proceso (1963), creando empresas estatales como Siderperú y bancos de fomento, además de generar restricciones arancelarias.
Estos economistas, de izquierda llaman al modelo liberal “primario exportador”, sin considerar que para poder contar con una economía estructuralmente solida se requiere divisas y reservas. Y estas se generan solo si exportamos, y además se debe tener una balanza de pagos positiva; esto es, que las exportaciones sean superiores al valor de las importaciones. Efectivamente exportamos recursos naturales que a su vez son la mayor fuente de divisas, pero el proceso de maduración del modelo conlleva un mayor despliegue de diversificación de nuestra economía. Como ha ocurrido con la agroexportación que hoy representa el 20% del valor de nuestras exportaciones.
Otro detalle interesante es que las diversas vertientes del liberalismo ya han asumido que se requiere de un Estado sólido, con capacidad de intervención en la regulación de las actividades económicas, pero que no desarrolle actividad empresarial. Al menos no al nivel que propone Stiglitz, de equiparar el poder del Estado con el de la iniciativa privada. Debemos procurar el equilibrio óptimo entre el mercado y el control estatal.
Para aplicar políticas públicas no solo debemos basarnos en principios, sino también recurrir a la experiencia y la data. Estos dos últimos elementos serán absolutamente relevantes para lograr eficiencia en la implementación de dichas políticas públicas.
Debemos recordar que muchos de los postulados actuales que la izquierda ha incorporado sobre la defensa de las minorías ya habían surgido desde el liberalismo. Por ejemplo, Milton Friedman en los años cincuenta ya defendía la legalización de las drogas.
Concluimos con una vieja broma que se ensaya en respuesta a la descripción leninista del comunismo: “Bajo el capitalismo el hombre explota al hombre. ¡En el comunismo las cosas serán justo al revés!”.
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