Jorge Morelli
Lugar ficticio
La palabra narcotráfico no apareció jamás en el Shangri-La de PPK.
Como si no existiera en el Perú, como si el narcotráfico no fuera la raíz de los problemas más apremiantes para el pueblo —la inseguridad y la corrupción—, sin cuya solución ese edificio de sueños falla por sus cimientos. Hay por eso una grieta profunda en el sueño del que habló PPK, en su mensaje al Congreso, en su Gabinete, en su plan de gobierno: el acento está puesto en el lugar equivocado.
El énfasis está en la economía que, sin embargo, mal que bien tiene un rumbo trazado. La seguridad está en segundo plano. La carreta está delante del caballo. El presidente no tiene una respuesta ante este abismo que se interpone entre el Perú y su futuro. Si la tuviera, el narcotráfico y su relación con la corrupción y la inseguridad —y no la economía— habría ocupado el lugar central en su mensaje, en su Gabinete y en su plan de gobierno.
La igualdad de oportunidades es el piso superior del edificio de su mensaje. No cabe duda de la sinceridad de sus palabras cuando se refiere a su compromiso personal por razones familiares —la memoria de su padre, médico en un país extraño— con el abastecimiento de agua y el acceso universal a la salud y a la educación, de cuya importancia vital él mismo es un gran ejemplo.
Y ha dado lugar principal, en el segundo piso, a la libertad de la economía. Señala con razón que esta consiste, en el Perú, en la liberación de millones de compatriotas —dos de cada tres— de la esclavitud de la informalidad que, en efecto, es una injusticia y una inmoralidad. Y a esto dedica una explicación con detalle en el mensaje; al punto de insistir en la riesgosa apuesta de bajar el impuesto, a pesar de los peligros que esto acarrea.
La modernidad y la tradición, la globalización y el localismo, han hallado un lugar también en el mensaje en relación al conflicto entre las comunidades y las minas, que es indispensable resolver. Incluso se abre paso en el mensaje el llamado a una nueva conciencia de nuestro país milenario, cuna de la civilización en esta parte del mundo.
Pero es en el primer piso del edificio —la base sobre la que descansa todo lo anterior— donde está la falla en la arquitectura de su sueño. ¿Cómo puede haber inversión masiva en un país cuyo Estado no controla su territorio?
Su llamado a la lucha contra la corrupción —su admonición a que quien falle tendrá que ir ante la justicia—, su invocación a la fe en el policía y a la institucionalización de las fuerzas policiales, su invocación reiterada a una justicia profundamente reformada, no son sino declaraciones de buenas intenciones. Toman el rábano por las hojas porque, de la cotidiana invasión de nuestro territorio y la violación permanente de nuestra soberanía por el narcotráfico, no hay en el mensaje una sola palabra.
Y esa omisión, ese vacío, es lo que hace del sueño de PPK un lugar ficticio.
Jorge Morelli
@jorgemorelli1
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