Jorge Varela
Los populismos antiliberales
Su avance en territorios con fuerte presencia de extremistas
La periodista estadounidense Anne Applebaum ha llamado la atención sobre la expansión a nivel global de un ethos autoritario, en su último libro El ocaso de la democracia. La seducción del autoritarismo. En varias naciones latinas –de Europa y América– ha surgido un escenario ideal para los predicadores del nefasto fundamentalismo populista de izquierda. En tanto en Europa del Este (Austria, Hungría, Polonia, Turquía) se padece la incidencia del ideologismo nativista (neo-tribalista o nacionalista) proveniente de una extrema derecha populista.
Ambos polos tendenciales coinciden en su reticencia al pluralismo político y al multiculturalismo originarios de sociedades abiertas. Y además compiten en la gestación, difusión y aplicación dialéctica de postulados, consignas e imágenes reveladoras de un neto ‘contenido iliberal’.
En América Latina las universidades e institutos culturales están siendo dominadas por múltiples versiones de una izquierda hegemónica que impone sus contenidos, su agenda estratégica y su lenguaje embrujador. Mientras tanto, la derecha yace arrinconada sin oxígeno, y al medio flota un centro político amorfo, sin sustancia. En nuestra región subsiste –hay que enfatizarlo– un sector conservador desfalleciente cuyo debilitado influjo es ejercido a través de centros de estudio privados y de entes políticos y mediáticos de derecha. Pero estas redes no muestran un poder equivalente al de sus astutos oponentes.
Hoy quienes exhiben más musculatura y mejor articulación, pues reciben ingente apoyo financiero europeo y norteamericano, son los reconocidos movimientos antiliberales de izquierda y sus siniestros cabecillas.
Determinados rasgos presentes en el marco descrito –como la radicalización ideológica, el igualitarismo dogmático, la obsesión iliberal (y antiliberal)– marcan en el ámbito latinoamericano la esencia y proyección de gran parte de dicho constructo intelectual hegemónico. Si bien no es posible pronosticar el fin de la democracia liberal-representativa, sí se puede entrever un montaje que mezcla el viejo entramado de la herencia leninista con nuevos aportes teóricos a la polarización social y posturas políticas radicales relativas a la ‘identidad’ emergente que permanecía oculta. Este peculiar engendro abarca curiosamente a ambos extremos del espectro político.
Leninismo actualizado: versión 2.0
En América Latina los ‘leninistas’ versión 2.0 han adoptado ciertas características distintivas del capitalismo contemporáneo, como utilizar su notorio potencial económico en favor del ‘itinerario antiliberal y autoritario’ que impulsan sin contrapesos. Por ejemplo, Daniel Ortega y Nayib Bukele, pese a su distinta ubicación en el mapa ideológico, articulan personalismo autoritario y estilo de gobernanza con estructuras partidistas genuflexas, a la vez que coexisten sin dificultad con las élites empresariales típicas de una economía de mercado. ¿Este es también el derrotero de Pedro Castillo en nuestro querido Perú?
La influencia ascendente de las denominadas ‘autocracias globales’ ha encontrado aliados dóciles en gobiernos y grupos políticos antiliberales (marxistoides) latinoamericanos que coinciden en una misma visión jerárquica y autoritaria de la sociedad. Al compartir objetivos comunes e interactuar en función de estos, se los privilegia con reconocimiento, recursos y acceso al entorno global. Así es como China y Rusia han comenzado a capturar grados de simpatía política gubernamental en varios países de la región, expandiendo subrepticiamente su modelo en instituciones de enseñanza superior, científicas y culturales.
A partir de esta colaboración los seguidores de las ideas antiliberales desenvuelven sus agendas prácticamente sin oposición, pues los demócratas están fragmentados, aislados, faltos de apoyos institucionales, carentes de estrategias comunes y de articulación. El espacio académico y cultural de naturaleza liberal languidece día tras día, circunscrito a espacios copados por teóricos adictos al modelo autoritario que reproduce las bases de un sistema perverso que interpreta la realidad de un modo dogmático contrario a la libertad.
El fascismo: nutriente de los populismos
Más acá de los nutrientes ideológicos ya indicados, lo que vincula a los populistas del planeta es el tipo de dominación vigente, caracterizada por: un líder carismático, el monopolio del discurso, la incitación al odio, la manipulación de las masas, el desprecio por la verdad objetiva, el ataque a la libertad de prensa, la sumisión de enemigos internos y externos. “En esto todos se parecen, son iguales” (López Obrador, Bolsonaro, Orbán). “Los populistas de ahora son discípulos tardíos de los revolucionarios de los sesenta y setenta”, ha expresado el mexicano Enrique Krauze. “Llegan al poder a través de la democracia para acabar con la democracia. La lección en Occidente no es otra que resistir y tratar de vencer a los populistas por la vía democrática”* (Letras Libres, 1 de mayo de 2021)
“Por donde se mire, la izquierda latinoamericana está dedicada a practicar el fascismo que denuncia sin tregua en sus adversarios”. “Este apogeo del fascismo de izquierdas ocurre con la complicidad abierta o hipócrita de la izquierda moderada o socialdemócrata”. “La única excepción son los países donde el fascismo de izquierda ya es gobierno: allí los revolucionarios han sacado del poder y luego perseguido a la izquierda moderada que fue su aliada. Pero en los demás lugares los planes y métodos iliberales no enfrentan la menor resistencia de la otra izquierda” (Alvaro Vargas Llosa, “Fascismo de izquierdas”, diario español ABC, 25 de julio de 2021)
A juicio de Vargas Llosa, la izquierda democrática latinoamericana ha renunciado a enfrentarse a la izquierda marxista y a la izquierda populista, por oportunismo o simple cobardía moral. El historiador Enrique Krauze decía hace algunos días que el problema central de la izquierda latinoamericana es no haber mirado de frente a Cuba. “Es una buena forma de definir lo que sucede”.
Mientras las ideas, valores y prácticas del consenso republicano, liberal y progresista no sean la expresión de una mayoría sólida y activa de la sociedad civil e intelectualidad regionales, la vida misma de la democracia estará amenazada en nuestra América por cepas y variantes contagiantes del populismo iliberal.
¿El fin de la democracia liberal?
El gran dilema que hoy provoca más impacto en la vida pública, en el seno de la sociedad civil, la clase política y círculos académicos latinoamericanos, es entre dos formas contrapuestas de concebir el poder, fundadas en el reconocimiento o negación de la soberanía popular y los derechos humanos: democracia o autocracia, liberalismo o totalitarismo.
En este sentido, el antiguo conflicto entre izquierdas y derechas que deriva de sistemas valórico-doctrinarios antitéticos, debiera ser analizado y reprocesado de manera inteligente, pues ocurre que la vía antidemocrática no está dejando mucho espacio para el desarrollo libre de la actividad política y académica comprometida con el pluralismo de ideas y el pensamiento crítico.
* Entrevistas que Enrique Krauze concedió al portal chino de noticias Beijing News.
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