Carlos Adrianzén
Los hallazgos de la explosión
Un análisis esquemático de la evolución económica de Chile
La explosión de protestas en varias ciudades chilenas durante la semana pasada es explicada en los medios de comunicación en forma superficial y poco minuciosa. Se habla de una suerte de estallido social súbito y justificado, asociado a la frustración de importantes segmentos de la polarizada población chilena. De hecho, en medio de los saqueos e incendios, la televisión chilena no podía esconder a una porción de chilenos que observaba con resentimiento y estupor… a la otra, que masiva y organizadamente realizaba una asonada. Saqueaba y destruía propiedades públicas y privadas sin mayores controles. Incluso en el mismo toque de queda decretado por el Ejecutivo parecían desconcertados. Todo esto mientras las fuerzas del orden hacían lo que podían (con poco éxito) y la prensa local ni siquiera discutía –por algo de pudor periodístico– los orígenes, la organización logística o el financiamiento de tan poderosa, popular y generalizada protesta.
Qué duda cabe. Este no es el Chile pauperizado del régimen socialista del difunto Salvador Allende. Este es el Chile de un oscuro Sebastián Piñera (con ribetes económicos híper vendidos) y posterior a los regímenes de la llamada Concertación, integrada una pléyade de movimientos socialistas (i.e.: los partidos Demócrata Cristiano (DC), Por la Democracia (PPD), Radical Socialdemócrata (PRSD) y Socialista (PS), el MAPU Obrero Campesino en su momento y actualmente, con su nueva etiqueta, la Nueva Mayoría que integra al Partido Comunista y el Movimiento Amplio Social. Pareciera que nadie recuerda que todas estas agrupaciones de izquierda gobernaron –y cambiaron la base institucional de– Chile desde 1990 hasta el 2010 y que resultan la antesala social directa de el mismo desmontado esquema de política económica de centro-izquierda (léase: de socialismo creciente) aplicado con la señora Verónica Michelle Bachelet, en el periodo 2014-2018. Si no tengo mala memoria, por aquellos años las protestas, si acaso existieron, eran tenues, por así decirlo. Extraño ¿no?
De tal escala habría sido el cambio institucional acumulado que las imágenes de desconcierto y desapego del presidente Piñera y su extraterrestre conyugue, resultaron per se sugestivas. En estos días la caída del presidente o su supervivencia debilitada, repleta de perdones y cesiones, en mi opinión, cae dentro de la categoría de pronóstico reservado. Algo que no deja márgenes a muchas dudas es lo impecable de la asonada, el efectivo marketing de esta y el hecho de que casi nadie se pregunte de dónde salió –y puede seguir saliendo– el financiamiento.
En estas líneas, a todos los que repiten la lógica de la prensa chilena (que lo que hoy sucede en Chile reflejaría profundos problemas redistributivos y tremendas desigualdades sociales), los invito a portarse muy mal. A reflexionar sobre la antesala y sus consecuencias, enfocando esquemáticamente la evolución económica de Chile con cifras al año pasado. Casi un año antes de la asonada.
En esta invitación les presentaré cuatro hallazgos que casi nadie está enfocando cuando alegremente proponen –como una mágica solución– más de lo mismo. Cerraré esta secuencia recordándoles cuál sería el efecto previsible de recaer en tan popular torpeza.
Hallazgo 1:
Hoy observaba un programa televisivo dominguero peruano en el que se destacaba el estribillo “¿cómo una nación desarrollada como Chile?”. Pero… ¿Chile qué?
Es cierto, Chile hoy es la nación más rica de Latinoamérica. Pero nada más. Destaca regionalmente, pero su producto por persona no solo está estancado, sino que –desde la gestión de la hoy Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (que a duras penas enfoca los abusos en Cuba y Venezuela)– no avanza un ápice en términos de desarrollo económico relativo (ver en el Gráfico Uno la evolución de Índice de Ilarionov desde el 2011).
Sí, el éxito económico chileno está sobrevendido. Lo ayuda compararse con naciones que están colapsando o se están subdesarrollando en la región, pero… actualmente solo tienen un producto por persona equivalente a apenas 18% del de un suizo.
Chile hoy es solo otra plaza sudamericana rezagada. Ni es de primer mundo, ni está cerca muy del desarrollo. Pero reflexionemos: este hallazgo trasciende la comparación.
Aun si los ingresos anuales de un chileno promedio fuesen manejados por la reencarnación araucana del mismísimo Karl Marx, no les alcanzaría para ofrecer a sus jubilados pensiones europeas (dizque dignas), ni a sus estudiantes educación europea (dizque de calidad) o a sus ciudadanos servicios de salud del mismo costo de los de primer mundo (dizque universales).
Esto, les recuerdo, no pasaría ni con mil días de protestas, saqueos y destrucción (financiados Dios sabe cómo).
Hallazgo 2:
Esto no comenzó el pasado de 23 de octubre. La data chilena es más expresiva que mil palabras; desde hace una década, la economía chilena crece cada vez menos, comercia cada vez menos y recibe flujos per cápita de Inversión extranjera cada vez menores (ver los tres subgráficos adjuntos).
Aquí también, el famoso modelo liberal se ha corrompido. Y la mutación ha sido visiblemente costosa.
Pero nótese: los retrocesos de política económica y el cada año menor crecimiento económico no se registran desde el 2017. No estamos, pues, hablando de los retrocesos de Sebastián Piñera, hablamos de la lógica secuela de los gobiernos izquierdistas de los partidos Demócrata Cristiano (DC), Por la Democracia (PPD), Radical Socialdemócrata (PRSD) y Socialista (PS), el MAPU Obrero Campesino y el Partido Comunista y el Movimiento Amplio Social. Los chilenos eligieron recurrentemente, y hoy los chilenos –desconcertados por un excelente marketing político– están cosechando.
Hallazgo 3
Eso sí. Si bien Chile destaca como la región más libre de Latinoamérica, es mucho menos libre que hace siete años (ver gráfico siguiente). Cada año resulta menos libre. La gente exige y protesta frente a un entorno político cada vez más reprimido, y pide más represión económica, atraídos por una quimera de comodidad (previsional, educativa y de servicios públicos) cuyos ingresos per cápita hoy no pueden acceder.
Hallazgo 4
Comparando su producto por persona con el de otro país que ha abandonado cualquier pretensión de aplicar un modelo liberal –o siquiera respetar libertades políticas– en el ámbito de la llamada Alianza del Pacífico (El Perú), se destaca que si bien un chileno tiene un PBI per cápita equivalente a 2.34 veces el de un peruano, la tendencia es sostenidamente decreciente desde el 2006.
Es un modelo, como diría nuestra actual ministra de Economía, con definido sesgo a mayor contracción.
En paralelo, no resulta nada sorprendente que, habiéndose repetido tanto que Chile es una nación del primer mundo, su gente exija condiciones de vida y servicios públicos que en la realidad le son inaccesibles. Hay mucho crecimiento, esfuerzo y trabajo pendientes para nuestros vecinos. Y que nos quede claro: en el caso peruano, la pendiente resulta hoy aún más empinada.
A modo de cierre enfatizo lo que la historia reciente de Chile nos sugiere. Chile, hace varios años, se embarcó consistentemente una fase de retroceso relativo (por el retorno gradual de las pócimas socialistas mercantilistas desde los gobiernos de la Concertación y la Nueva Mayoría). Es cierto, los dos gobiernos de Sebastián Piñera han sido incapaces de regresar a Chile a sus ritmos de libertad económica y crecimiento pasados.
Los deterioros pues, como en el caso peruano, no han sido súbitos ni poco predecibles… solo escondidos. Sí, escondidos por un excelente marketing político que, por un lado, presentó a esta nación sudamericana como lo que dista mucho de ser (una nación desarrollada). Y por otro, subestimó los retrocesos de política económica.
Al mismo tiempo, resulta sorprendente cómo los efectos de las políticas introducidas a través de los gobiernos posteriores a la dictadura han sido atribuidos (con inteligencia, recursos y marketing) al gobierno que dejó el poder hace dos décadas. Los medios de comunicación y la burocracia, como en el caso peruano, han tenido un rol penoso.
Creer que esto se resolverá elevando impuestos y gastos burocráticos, regulando redistributivamente para castigar los afanes capitalistas y cediendo afanes populistas y mercantilistas, configura el popular retorno al infierno económico de los días de Salvador Allende y sus asesores cubanos. Los chilenos de hoy son responsables de tomar esta senda o no.
Copado institucionalmente, Chile hoy tiene en medio de una asonada con financiamiento continuado, un pronóstico reservado y describe un escenario de lo más contagioso para otras naciones desconcertadas de la región, como el Perú.
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