Los ejes de nuestro sistema educativo

Propuestas para al menos los próximos veinte años

El ejercicio del establecimiento de una política educativa en un Estado débil, como el nuestro, implica conseguir un raro equilibrio entre el pasado, las exigencias del presente y los retos del futuro. En dicha confluencia se encuentra la clave para trazar líneas políticas que realmente cambien vidas, especialmente en educación. Bajo este paraguas de análisis planteo que son dos los ejes sobre los cuales construir la política educativa para el Perú, a saber: los aprendizajes y la equidad. Pero, a qué me refiero con ambos términos. Permítanme explicarme.

Aprendizajes como meta

El gran problema que tenemos ahora es que hemos construido todo un aparato, enorme y pesado, que asegura la provisión del servicio de la enseñanza. Y por fuerza inercial, empuja a la racionalidad del estamento a cargo del sector a tener a los docentes contratados a tiempo, las plazas de funcionarios asignadas, los libros de texto, el ladrillo en su lugar y el personal de seguridad en la puerta, para recibir a los estudiantes. Y hemos mejorado muchísimo en ese aspecto, especialmente en la última gestión ministerial.

Pero, desafortunadamente, no lo hemos hecho con la misma velocidad, vehemencia y comunicación respecto a lo esencial, que es devolver al centro del escenario a los aprendizajes. Como muestra, querido lector, recuerde usted los ríos y ríos de tinta y papel sobre el tema educativo, y lo poco que se ha discutido sobre este enfoque. No, no pues. Dicen que una forma de conocer el talante de una sociedad es mirar cómo trata a sus niños y a sus docentes. Allí vamos muy mal.

Marcar el aprendizaje como meta es voltear la mirada a los docentes y apostar por ellos a muerte; sabiendo que esta acción no va a “pagar” políticamente, porque es construir para que otros cosechen. Y eso le cuesta mucho al sistema politiquero y al dueño de los recursos porque le parece gasto y no inversión.

Una buena muestra de que andamos por el camino correcto es conseguir que en ninguna familia del país se declare en crisis si es que uno de los hijos decide ser maestro.

Equidad como motivo

Esto de los aprendizajes implica no solo mirar a los docentes, además esos aprendizajes deben ser tan buenos que realmente se cumpla el supuesto de que se está dando a los estudiantes no solo la oportunidad de acceder a una educación, sino que esa educación responde a sus necesidades específicas. Es la primacía, de nuevo, de la persona por encima del sistema. En nuestro país esto implica un reto enorme, que pasa por corregir las profundas y telúricas inequidades educativas. Por ejemplo, respecto de la asignación de gasto por alumno; en otras palabras, que en Jauja se gasta igual por alumno que en Lima metropolitana, como sí cien dólares tuvieran el mismo efecto en el medio de la plaza de Picota, en San Martín. Como esa desigualdad hay miles que erradicar en nuestro sistema. Si no, lo que tenemos es la ficción de un sistema educativo.

Finalmente, lo interesante del énfasis propuesto en esos ejes es que nos obliga a recentrar la mirada en la razón medular por la cual se diseñó la escuela; es decir, poner a la persona humana y su desarrollo en primer lugar. Al mismo tiempo es una llamada de atención a los sistemas que hemos venido creando, que han perdido su centro y eje al buscar bienes o fines subalternos. Nos queda así, entonces, la enorme oportunidad de corregir el curso y orientar los enormes esfuerzos y recursos peruanos para recomponer nuestro sistema educativo. Y no me cansaré de repetir: si no lo hacemos ahora, hoy día, en este instante, nos vamos a arrepentir los próximos cuarenta años, y la educación va a continuar siendo nuestro lado sangrante.

Paul Neira Del Ben