Alan Salinas

Lo nuevo en política

La renovación en política no es improvisación

Lo nuevo en política
Alan Salinas
30 de septiembre del 2020


Los partidos políticos precisan siempre de romper cercos y presentar propuestas para convencer y representar al electorado. De esa manera se acercan más a la ciudadanía y se legitima el régimen democrático. Entre esos cercos puede estar –por ejemplo– la desconfianza generalizada en la clase política, en un determinado contexto.

Ante el inevitable desgaste de una oferta electoral estable, un rostro nuevo en política puede llamar la atención. Pero tenga en cuenta algo, estimado lector: lo nuevo debe ser una respuesta política a una situación política. Como he escrito reiteradamente en este medio, en España –-ante una crisis económica y el desgaste de la clase política que llevó a esa situación– surgió Podemos, se afianzó Ciudadanos y se renovó el PSOE. La respuesta fue política. 

La renovación en política no es improvisación, ni el reemplazo por el marketing, ni –mucho menos– reemplazo por la tecnocracia. No nos confundamos. La renovación implica una trayectoria política que conduzca a la construcción de opciones políticas o renovación de las ya existentes. 

Desde hace dos décadas y media en el país vemos caras nuevas que surgen de la improvisación y de la personalización. ¿Qué fue Ollanta Humala en su momento? Representaba lo nuevo, pero bajo parámetros personalistas. Miremos ahora qué nos trajo esa elección en los cinco años de Gobierno: falta de liderazgo y de experiencia política y técnica para gobernar, así como de visión a largo plazo en su agrupación política. Casi todos sus ex escuderos se han marchado a otras “organizaciones” políticas.

¿Qué es Julio Guzmán? Es producto del marketing político y del experimento llamado “motivación social”, tan frecuente en el sentido común de la gente que lee a Paulo Coello o Cuauhtémoc Sánchez. Guzmán –en distintos momentos– demostró poco conocimiento de cómo gobernar un país, e improvisación en la construcción partidaria. Recordemos que Humala dio dinámica a su movimiento mientras era opción de gobierno. ¿Qué es ahora? No existe prácticamente. 

¿Qué es Martín Vizcarra? Un populista gobernando un Estado que aún tiene recursos económicos. Recordemos que Hugo Chávez, en su momento, derrochó las arcas del Estado y dejó a Venezuela en ruinas económica y humana. ¿Podemos terminar así después de Vizcarra? Los datos económicos y sociales, producto de una pésima gestión y de una corrupción en todos sus niveles de gobierno, nos llevan a pensar que podemos estar transitando ese camino. 

Reflexionemos –estimado lector– nuestro voto para abril del próximo año. Hasta la fecha solo tenemos una oferta electoral que no fortalece la democracia en el país; más bien la envilece. Necesitamos una respuesta política a la situación en la que nos encontramos.

Alan Salinas
30 de septiembre del 2020

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