Eduardo Zapata
Lima sin norte
La zona norte de la capital resulta invisible para los urbanistas
A juzgar por las obras de los últimos alcaldes de Lima, la ciudad carece de un plan real, integral y sostenible de vialidad. Idas y venidas, improvisaciones, maceteros y ciclovías a la nada, así como planes que terminarán por sobresaturar vías ya colapsadas y sin salida, como la extensión del Zanjón. Un cartesianismo al revés parece signar la vialidad en Lima.
Sabemos que hay documentos, pero las políticas públicas se trazan de acuerdo a la realidad. Hoy contamos con tecnología que ayuda tanto al diseño (a través de simulaciones visuales) como a la acelerada construcción de la obra pública requerida.
Lo vivimos diariamente. Atoros interminables. Estrés permanente. Asaltos, violencia y muerte. Gente que finalmente tiene que abandonar sus casas para mudarse “cerca a su trabajo”. Y es que, lo repetimos, la ingeniería Inteligente y la tecnología pareciesen inexistentes, y las palabras planificación y gestión han desaparecido de nuestro diccionario.
Allí donde vemos que un by pass es una realidad en otros lugares en 48 horas, aquí padecemos su construcción día a día, con obreros durmientes, maquinaria subutilizada e imprevistos desvíos ad infinitum. En vez de “armar” el by pass fuera y luego sencillamente “colocarlo” en una hondonada, que no tarda en hacerse más de 72 horas, aquí padecemos la obra nuestra de cada día por meses o aun años.
Un buen ejemplo es Lima Norte. Diría que así como Lima parece no tener norte, la zona norte de nuestra ciudad resulta invisible para los urbanistas y para los expertos en vialidad. Veamos. La única zona de expansión de la ciudad son los arenales de Ancón. Y se habla de construir allí múltiples edificios multifamiliares y populares ya desde hace un buen tiempo.
Pero la realidad de hoy nos dice que dichos arenales ya están “urbanizados” por traficantes de tierras, por algunas inmobiliarias formales o por anuncios gubernamentales de viviendas que todavía solo existen en maqueta.
Cualquiera que vea esto pensará en que se ha previsto dar “salida” a las miles de personas que allí se instalarían. Y ello no ocurre: ¿Ha visto usted el estado de la variante de Pasamayo, por ejemplo? En un par de años será una avenida Abancay más. Con semáforos y rompemuelles. Porque se permitieron invasiones al pie de la variante, convirtiéndola gradualmente en una vía urbana.
Y ocurre que el ingreso a Lima de toda esta gente del presente y del futuro tiene una única vía: la Panamericana Norte (brasileña), con sus peajes eternos y su diseño deplorable. Si usted demoraba en llegar a Puente Piedra (desde la garita de la variante y antes de la concesión de la “supercarretera”) un máximo de media hora, hoy tarda el doble. Porque se han sembrado semáforos a diestra y siniestra, porque hay paraderos mal diseñados y porque no se han eliminado las rutas de microbuses que se prometió, pero que por su volumen alimentan jugosamente los peajes hoy eternos.
PPK ofreció un tren Lurín-Chancay. Buena idea. Ahora se anuncia que primero se hará el tramo sur, de Lima a Lurín. Mala idea. Por volumen demográfico la segunda línea del Metro debió ser la de Lima Norte, porque además el Callao tiene varias vías alternativas de acceso; pero se escogió lo no prioritario. Para entrar a Lima desde el norte y desde la garita de Pasamayo debió elevarse un segundo piso a lo largo de toda la Panamericana Norte que bajase ya en Evitamiento: eso era una vía expresa digna de concesión y cobro de peajes.
Lima no tiene norte. Esperemos que nuestro simpático alcalde Jorge Muñoz no mire solo al sur.
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