Raúl Mendoza Cánepa
Líderes, hombres y dioses
No solo se estrecha la mano para lograr el laurel
El liderazgo ha sido siempre un enigma. Con ese ideal, un joven supo de la caballerosidad de Fernando Belaunde solo por un par de gestos de decencia con sus padres. Haber sido dos veces expresidente y tener aún la sencillez afable de un ciudadano cualquiera, explicaba tantas devociones. Ceder espacios en una cola a una pareja o responder amable a un saludo o entablar una conversación con un NN, contrastaba con el prejuicio que el joven tenía de los políticos. No en vano, los viejos de la casa lloraron la muerte de Don Fernando como se llora la muerte de un abuelo.
La sencillez es un rasgo importante en un político, pues como trata al último ciudadano, así lo representará. No solo se estrecha la mano para lograr el laurel. Ser líder es ser pueblo, sin fotógrafos detrás. No es que persigamos santos, que no los hay; todos pecamos en un pestañeo. Lancen la primera piedra.
Años atrás un jovencísimo desconocido (que ni trazaba columnas aún) escribió una carta a Luis Bedoya Reyes, curiosidad, misterio, admiración. Su padre hablaba demasiado de él. “Era el presidente que el Perú se perdió en 1985”. Ensayó en papel y a la antigua, una carta que sabía que nunca el gran líder leería o se dignaría a responder… pero lo hizo. A la semana, el líder pepecista remitió una larga respuesta a puño y letra. Invitaba al joven a unirse a sus martes de comisión política, además le obsequiaba algunos consejos ¿Queda alguno así? Quizás Bedoya centenario ya lo olvidó, quizás el joven no persistió, pero el ciudadano nunca lo olvidó.
Al joven le tocó luego tratar con líderes. Había los de chofer y escaño. En este cortesano reino creyeron el cuento de lo imperecedero (no más que efímera gloria). También los había de aquellos que entendieron la política como un servicio; ministros, congresistas, que no abandonaron su simple humanidad. Intente usted escribirle a algunos de los tantos candidatos que tantean suerte hoy, probablemente nunca sepan que existe o les importe poco. Gane un premio internacional y lo buscarán para las redes. La modernidad ha creado un puente entre los ciudadanos y el líder, el community manager; así que cuando tuitea a un presidenciable, no crea que lo lee o que al saludarlo en la calle se le acerque. Un postulante abrazaba a mi padre a un mes de la elección municipal (celo aparte), pero se negó a recibirlo por un problema vecinal, una vez sentado en su sillón. Hace un tiempo supe del gesto de abnegación de una persona pública en una circunstancia particular. Sencillez extrema. Por desgracia, no se puede compartir, pero la gente se suele hacer una idea equivocada del líder sin conocer lo humano detrás...
Hace tiempo leí las memorias de Julio Guzmán, editadas por Planeta. Las hallé por azar en una librería. Me sorprendía cómo había crecido hasta ser presidenciable, eran las de un hombre sencillo. No tenía cuna de oro, la había luchado duro como usted, como yo, llamaba a la identificación. El esfuerzo de estudiar, persistir… de allí su pasión por la gestión de talentos y el partido escuela. Este ciudadano se lo encontró en persona tiempo después y descubrió en Guzmán a un personaje afable, con las puertas abiertas de su casa, con el suficiente interés en escuchar ideas y en responder puntual siempre a un saludo.
Difícil opinar de los otros nuevos políticos, poco o nada sé de ellos más allá de las noticias. Todo testimonio es el de un acercamiento parcial, subjetivo, pero franco. Dado así, ¿a algún periodista se le ocurrirá alcanzarnos el lado humano de los precandidatos? Importa saber si se saben simples y mortales o si se envanecen con la fama. El liderazgo solo se puede entender cuando se conoce al hombre.
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