Iván Arenas
Las veces que se “jodió” el Perú
¿Por qué Vargas LLosa no opina sobre estas elecciones?
El silencio del nobel peruano Mario Vargas Llosa con respecto a todos las revelaciones y descubrimientos sobre la terrible gestión de la pandemia de los sucesivos gobiernos de Martín Vizcarra y Francisco Sagasti causa extrañeza. Al suscrito le cuesta creer que el nobel no haya gastado columnas u opiniones sobre un momento de tal tragedia nacional, si atendemos a que en otras circunstancias mucho menos graves su palabra no ha faltado.
Repetimos, dentro de este momento doloroso para millones de peruanos, el mutismo de nuestro máximo escritor es asombroso, si nos atenemos a que hay más de 100,000 muertos, presumible corrupción en altas esferas del Gobierno de Vizcarra y Sagasti, yerros monumentales en el manejo económico y sanitario, falta de camas, oxígeno medicinal y un largo etcétera. Y en un contexto como este creemos conveniente por lo menos una ligera opinión suya.
Ahora bien, de alguna manera el nobel representa a un espacio en la política nacional. Y es una verdad del tamaño de una cordillera que su palabra ha sido decisiva tanto en tiempos de dudas electorales como en otras circunstancias nacionales. Allí están sus sendos elogios y apoyos explícitos a las campañas de candidatos como Toledo, Humala, PPK, Vizcarra y Villarán. A esta última, cuando votó en contra de la revocatoria.
No obstante, a juicio del suscrito, y con todas las pruebas reveladas podríamos decir que todos, exactamente todos, los políticos que en su día tuvieron el apoyo, las recomendaciones y los enaltecimientos del nobel están envueltos en bochornosos y graves casos de corrupción y de ineficiencia. Y cuando decimos todos no nos equivocamos: desde Toledo hasta Vizcarra.
Es cierto, dirán que el nobel desconocía en absoluto el camino que tomarían los políticos que lograron obtener su complacencia. Sin embargo, esa es una verdad a medias. Por ejemplo, ¿acaso no se sabía que Ollanta Humala tenía gruesos compromisos contra los derechos humanos durante su carrera militar? ¿Acaso no se conocía el apoyo financiero chavista a Humala y a Heredia? ¿Acaso no se sabía, desde mucho tiempo antes, las actividades empresariales y de “puertas giratorias” de PPK?
¿Cómo entender la racionalidad de Vargas Llosa al perdonar los “pecados” de Humala y PPK, para poner dos ejemplos, y convertirse por un lado en garante y por el otro en un animador del veto y del “anti” en la política nacional? Eso honestamente ya equivale a entrar en el terreno de los “demonios de las pasiones”, a decir de San Agustín. Y para allá no vamos.
A juicio del suscrito, no existe un momento preciso en el que se jodió el Perú, sino varios. Quizá uno de los primeros haya sido la estupidez de Monteagudo de perseguir y largar a criollos y españoles, enorme capital social y humano. Entonces nos quedamos sin clase dirigente. A la excarcelación de Mandela, el sector comunista del Congreso Nacional Sudafricano le pedía guerra y expulsión de los blancos afrikaners. No obstante, hizo todo lo contrario, hizo de la política del pacto y el acuerdo una catedral bizantina. Y Sudáfrica caminó a la prosperidad en democracia.
Quizá, a juicio de la realidad, la respuesta a la pregunta de Zavalita de cuándo se jodió el Perú estén también esos varios momentos cuando una mayoría de peruanos siguieron a pie juntillas las palabras de nuestro nobel. En todo caso, repetimos, a juicio de la realidad, el sector político representado por Vargas Llosa nos ha llevado a una de las peores crisis institucionales, morales, económicas y sociales. Allí también se jodió varias veces el Perú.
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