César Félix Sánchez
Las taimadas encuestas
Y su errático comportamiento durante la primera vuelta
El domingo 18 de abril se publicó una encuesta bastante temprana de Ipsos que revelaba una ventaja de Pedro Castillo sobre Keiko Fujimori de cerca de doce puntos. Hubo cierto pánico al respecto en algunas redes, pero a mí me sigue sonando a un ejercicio de magia simpatética: al igual que con Forsyth y Lescano, las encuestadoras y sus clientes quieren reproducir la maldición del «puntero de la primera encuesta». Es decir, exhibir pronto a Castillo como diana de todos los ataques desde muy temprano y a la vez generar un sentido de amenaza real para convencer a los indecisos o votonulistas a definir su voto por el mal menor naranja. Esta hipótesis mía es, bien mirada, algo descabellada, pero quizá no tan descabellada como el errático comportamiento de las encuestas durante la primera vuelta, que acabó por tener un efecto pequeño, pero suficientemente importante como para alterar su resultado
Recordemos el último simulacro de Ipsos, en la víspera de las elecciones, en el que Rafael López Aliaga ocupaba el quinto lugar, casi empatado con Verónika Mendoza; y el penúltimo del 4 de abril, donde estaba sexto, debajo incluso de Forsyth. Pareciera que la consigna era provocar un éxodo de votantes de Renovación Popular bajo el viejo truco del “voto perdido”. Periodistas como Jaime de Althaus y Juan Carlos Tafur se unieron a esta narrativa. A pesar de todo, López Aliaga quedó tercero, solo a dos puntos porcentuales de Keiko. Quién sabe si las cosas no hubieran sido distintas de no mediar esta distorsión.
En conclusión: es bastante ingenuo creer que las encuestadoras solamente están interesadas en reflejar la realidad de la opinión pública, más aún con todas las dificultades que representa la pandemia para hacerlo. Hay que tener en cuenta que –igual que la prensa– las encuestadoras se entienden a sí mismas, en estos tiempos de agitación política universal, como game changers (ese es precisamente el lema de Ipsos) y actores morales. Por lo demás, el viejo adagio de “tortura lo suficiente a las estadísticas y dirán lo que tú quieras” sigue siendo válido. Y no hay necesidad de mentir o alterar de forma directa los datos, simplemente los sesgos inconscientes y conscientes, y las maquilladitas con el margen de error, hacen el trabajo.
Por lo demás, algo me dice que Keiko, a trancas y barrancas, acabará ganando las elecciones, con el peso demográfico de Lima y de un norte reconquistado pronto, además del apoyo reluctante de las antiguas y nuevas clases medias asustadas. Y que en Arequipa no bajará de su resultado de la segunda vuelta del 2016. Puedo estar equivocado, claro está. Nuevamente: qui vivra, verra!
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