Iván Arenas
Las instituciones populares y el gobierno de Castillo
No se podrá sovietizar los mercados populares
Los debates en el establishment académico sobre la institucionalidad suelen ser alambicados y terminan girando solo alrededor del Estado, de los partidos políticos y de la cuestión sobre la ley electoral. De allí, de todo ese diagnóstico inicial, los académicos demandan un shock de institucionalidad que arregle “lo que falla”. No obstante, desde estos sectores de la academia se soslaya las instituciones populares, por llamarlas de alguna manera, que no son sino sistemas de colaboración y competencia del mundo popular y emergente. En el Perú real, estas instituciones populares son la familia, los mercados, el sentido y apego hacia el orden, entre otras.
Estas instituciones populares no están bien representadas en el espacio público. De allí la tragedia de la política peruana, del rompecabezas de la gobernabilidad y de los partidos que no logran conectarse con las demandas que bullen, que emanan de estas sociedades con instituciones soslayadas por los intelectuales.
Las redes de rondas campesinas, por ejemplo, son instituciones populares con una organización política distinta a un partido o a un movimiento político, con arreglos y acuerdos, tanto formales como no formales. Aún cuando estas mismas organizaciones tengan bases en todo el país, semejantes a las de un partido o movimiento, nunca terminan siendo eso, un partido. Esta forma de representación organizada, estructurada de esta forma, suele pasar a la política del “Perú formal” cuando –como ahora con la administración Castillo– alguien de ellos gana. De tal manera que allí el modelo de la ronda o del sindicato, o de la comunidad campesina empieza a gobernar. Y algunos no lo entienden.
De hecho las instituciones populares hicieron a Castillo presidente. Este repetía que eran la izquierda popular, una izquierda de cariz popular que recogía las virtudes y los vicios del Perú real. El mercado, la familia, el no aborto fueron alzados en su momento por el candidato Castillo y su aliado Cerrón. Mientras la izquierda “moderna” de Verónika Mendoza insistía en cuestiones que estaban lejos aún para el radar de la sociedad, Castillo empezó a ganarse al sector D y E, incluso a los fujimoristas, con propuestas conservadoras. Apareció entonces el conservadurismo popular.
Si Castillo hoy parece estar en campaña permanente es porque lo mueven las instituciones populares. La forma de organizar su gobierno se parece más a una comunidad en constante lucha de poder que a un típico partido político.
Pero estas instituciones populares no necesariamente son marxistas y colectivistas. Con lo mucho que quiera Castillo y Cerrón, aquí no se podrá sovietizar los mercados populares. Todo lo contrario. El gran detalle es cómo articular las instituciones populares, que son eminentemente anti establishment, con una propuesta política seria y con capacidad de generar una proyección histórica.
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