Carlos Adrianzén

Las innumerables invenciones sobre la corrupción

Sobre la corrupción burocrática en el Perú

Las innumerables invenciones sobre la corrupción
Carlos Adrianzén
06 de diciembre del 2023


Tras de cuernos, palos. Existen pocos temas en los que las discusiones cotidianas se pervierten tanto como en el caso del vocablo “corrupción”.
En relación a éste, se escriben toneladas de creencias infundadas, eslóganes electorales o imprecisiones técnicas; y por encima de ellas, diversas tergiversaciones ideológicas. Sí, mi estimado lector, usted está obligado –como ciudadano– a pensar. A menos que, como varios millones de compatriotas, se resigne a ser otro elector de corruptos (rezando por algún beneficio directo), o que solo aspire a ser otro estoico. De hecho, resulta probable que lo que usted ha leído, creído, o repetido con convicción, resulte falso sino acaso contraproducente. 

Después de este preámbulo, los invito a derribar ciertas creencias. No pocas veces se trata de falsedades que nos han inoculado desde el jardín de la infancia, que –sin que nos hayamos detenido a ponderarlas–. Hoy ya forman parte de nuestra idiosincrasia. Incluso mucho antes de que exista el Perú, en julio de 1821.

En primer lugar, tenga en claro que el vocablo corrupción, a secas, dibuja una farsa. Lo que llamamos corrupción, en ámbitos de gobierno, no es una idea general. Implica siempre un vocablo compuesto. Es decir, un fenómeno burocrático. Notemos que, con una legislación meridiana y burócratas capaces, esta pasaría a ser una suerte de error estadístico. Ergo, cuando hablamos de putrefacción de la gobernanza estatal, estamos hablando de corrupción burocrática. Observemos también que, los privados involucrados son delincuentes a los que les debería caer todo el peso de la ley, bajo un debido proceso. Son actores marginales. No se atreverían a coimear si no existiesen tantas leyes confusas y burócratas exigiendo coimas; ciegos, sordos o cómplices de cualquier acto ilegal.

Desconfíe también de esas tramoyas mediáticas que culpan a los privados como la raíz del problema… mientras –en tono cómplice– se cubre a los burócratas responsables. Merece especial atención este plano; arraigado desde los aciagos tiempos de la dictadura de 1968 y exacerbado en estos tiempos de progresismo; a modo de una justificación llorona. 

Tampoco se deje contrabandear. Digan lo que digan otros enriquecidos gobernantes en Latinoamérica (como López Obrador, Maduro o Petro), la corrupción burocrática es una desgracia. No existen razones sólidas para aceptarla o justificarla. Ella empobrece, desestabiliza y mata.

Por todo esto es crucial descubrir su naturaleza. Existen muchos altos funcionarios involucrados, pero el grueso de los costes de la corrupción burocrática implica a la microcorrupción. Esa masa de millones de burócratas refleja los valores de la población. Esta se minimiza si no incumpliésemos cotidianamente la ley o si le exigiéramos efectividad al gobierno. Y se merma también, sino no tolerásemos la violencia o el desorden; por alguna razón ideológica. En fin, la corrupción burocrática resulta un espejo que contrasta hasta donde hemos abandonado valores judeocristianos

Merece destacarse que no importará mucho si esta noche si se despide, elimina, encarcela, o asilarse a decenas de presidentes, ministros, periodistas, jueces, congresistas, fiscales, funcionarios o empresarios de toda calaña. Mientras los antivalores del Perú actual prevalezcan en la población y particularmente en su burocracia, todo estará perdido.

En segundo lugar, aunque no por ello es algo menos importante, la Corrupción Burocrática implica un proceso continuo de degeneración institucional. Un vector profundizado en el Perú y en la Región desde hace medio siglo. Cuadros de prostitución institucional donde la policía no oferta orden público; ni el poder judicial oferta justicia; ni las escuelas ofertan una educación austera, pero de calidad, etc.

En tercer lugar, resulta importante –aunque algo previsiblemente impopular en ciertos círculos–, exponer la data de su marcado sesgo ideológico

La opresión es izquierda política y esta –le genere alegría o desasosiego– se asocia empírica y directamente con el incremento de la Corrupción Burocrática (ver Figura Uno).

El cuarto lugar de esta secuela, dibuja la salida. Tal como enfocamos repetidamente, está arraigada en los antivalores de la población… y particularmente, a los que exhalan a los servidores públicos a todo nivel. Pero por favor no creamos que su salida implique una senda suave, gradual o largo placista. Los mismos burócratas locales, cuando migran a naciones con una institucionalidad impecable, súbitamente se comportan como ciudadanos ideales. 

Note también que, como en el caso de una hiperinflación, los agentes económicos tienen una memoria corta. Se adaptan rápidamente. Más vale una colorada que cien amarillas. Las propuestas anticorrupción laxas y de largo aliento, resultan en realidad políticas cómplices. Los gobiernos opresores de izquierda o izquierda radical son los reyes proponiendo esquemas de dizque largo aliento. Normalmente culpando a los que trabajan. 

Como la izquierda política requiere oprimir; con ella en el poder (se use retórica mercantilista o comunista), la Corrupción Burocrática es inevitable. Bajo regímenes socialista-mercantilistas solo espere de ellos esquemas de Lucha Anti Corrupción de papel. Y además, políticas graduales retro alimentadoras de mayores deterioros.

Espero no haberlos abrumado. Aunque son muchos los planos en los que se nos ha confundido y desde hace tanto tiempo, la buena noticia nos cae cuando reconocemos que su solución es sencilla. Con reglas claras y burócratas capaces el grueso de los ciudadanos se alineará. Como los peruanos que emigran a naciones institucionalmente no prostituidas. 

A modo de corolario les presentaré la mentira más flagrante de todas las aquí referidas (ver figura dos). Me refiero a la creencia de que el Perú, los agentes del sector público o privado –dizque de la mano– estarían combatiendo la Corrupción Burocrática.

Esto no soporta el menor escrutinio. La figura dos nos muestra lo que no parecemos querer ver. Cada día, cada semana, burócratas y privados hacen de las suyas, viviendo con intensidad sus antivalores neomarxistas, desde las burocracias hasta en las religiones. Hoy, con un cinismo que casi nos caracteriza hoy como nación, hablamos de que estamos combatiéndola en docenas comisiones de notables y congresistas. Al mismo tiempo, la continua elevación del presupuesto nacional infla el tamaño del botín mientras nuevas leyes y regulaciones arbitrarias, elevan los márgenes de acción de burócratas coimeros y coimeados. 

En este plano, grotescamente, prevalece tanto el desprecio burocrático a los ciudadanos cuanto la tolerancia ciudadana a la corrupción burocrática.

Pero insistiré una vez más. Si mantenemos los antivalores asociados a las deterioradas prácticas de gobernanza pública de estos tiempos (i.e.: tolerancia al incumplimiento, a la corrupción, a la violencia ideológica, a la ineficacia burocrática y una regulación de baja calidad); o apostamos por un esquema de combate laxo, los deterioros de profundizarán. 

De nada importan los apresamientos selectivos, las denuncias sesgadas, las comisiones anti corrupción burocrática llenas de poses o la retórica. Mientras usted pueda incumplir la ley, tolere la ineficacia estatal, justifique la violencia ideológica y mientras critica solo a los burócratas que no comparten su ideología, aparecerán decenas de aventureros ávidos de saquearnos.

Carlos Adrianzén
06 de diciembre del 2023

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