Raúl Mendoza Cánepa

La soledad de una fe política

La soledad de una fe política
Raúl Mendoza Cánepa
24 de octubre del 2016

Una muy buen novela sobre la vida de Carlos Miró Quesada Laos  

José Carlos Yrigoyen, escritor y crítico literario, nos ofrece la novela Orgullosamente solos (Random House, 2016). Se trata de un recorrido por un pasaje de la historia desde los azares de un hombre secuestrado por su propia fe: el fascismo. Yrigoyen se vale de testimonios familiares, como el de su abuela Beatriz Eguren, y de diversos documentos y fotos para sondear en la vida, los sentimientos y resentimientos de su abuelo, Carlos Miró Quesada Laos.

Es una investigación que nos acerca a la figura de Carlos Miró Quesada, a quien me aproximé años atrás a través de dos de sus libros: Sánchez Cerro y su tiempo (1947), y Autopsia de los partidos políticos (1961). Antes de la lectura del libro de Yrigoyen, la imagen del personaje me era, por tal, somera y extraña, un hombre leal a sus ideas, representante de una minoría ideológica que desde la soledad de su lucha política empuñó su estandarte aún tras la cuenta de sus héroes derrotados. El fascismo en el Perú, sabíamos, tuvo su pequeña historia; pero los amantes de la Historia buscamos más, vamos tras los hechos escondidos detrás del gran telón. Yrigoyen nos permite romper la cortina y nos introduce en la vida su abuelo, a quien él mismo redescubrió muchos años atrás con algo de incredulidad y negación. El autor se sobrepuso a su propio silencio y fue finalmente tras él. El resultado es este libro.

Muchos de los hechos son narrados desde el punto de vista de Beatriz, a quien descubrimos con simpatía; pero el libro es también es el cúmulo de muestras de un investigador acucioso e imparcial. No en vano el libro resulta revelador. Desde una primera lectura es claro que en el pensamiento y espíritu de Carlos Miró Quesada la muerte de sus padres fue un factor de quiebre vital e ideológico. Antonio Miró Quesada (entonces director del diario El Comercio) y su esposa María Laos habían sido abatidos a tiros cerca al Club Nacional por un joven aprista llamado Carlos Steer Lafont. El asesino fue condenado, pero su historia no concluyó con la sentencia. Yrigoyen nos cuenta de su procelosa, aunque no siempre tan infortunada, vida postrera. Algunos apristas, minimizando el suceso, consideraban al asesino como un desquiciado fanático. Una manera de excluir a los jerarcas apristas era, de habitué, asumir que muchas transgresiones se perpetraron motu propio, por extremos individuales de marginales fanatizados.

Carlos Miró Quesada antagonizó con el Apra, puso la mirilla en Haya La Torre y se obsesionaría con el líder aprista hasta el final de sus días. Lo combatiría desde la trinchera periodística, lo ridiculizaría, pero también intentaría darle batalla desde la praxis política. No obstante la fuerza de su pasión política y del rencor al aprismo, Miró Quesada no lograría sus objetivos, su aspiración presidencial no rendiría frutos, aunque nunca perdería las conexiones que le permitirían ejercer cargos diplomáticos.

El libro narra hechos importantes de la historia del siglo XX y también describe vívidos escenarios concretos. Impacta el deslumbramiento del protagonista al contemplar Nápoles y constatar el desarrollo fascista, tan distante de la otrora ciudad afectada por la delincuencia y las enfermedades. “Un resplandor orgulloso y guerrero” también hallará en otras ciudades italianas, acentuando su fe. Impacta también el encuentro entre el protagonista y Benito Mussolini. Yrigoyen nos induce como en un trance hacia la incertidumbre y el temor que habría sentido su abuelo ante la presencia del Duce, el 14 de junio de 1937. Es un encuentro que nos transporta en el tiempo y en el que podemos, con la imaginación, verificar cada gesto, cada escena, cada movimiento e incluso las percepciones y sentimientos de los personajes.

Estremece hasta el final la soledad política del protagonista, su esperanza inconmovible en una idea históricamente inviable, la improbabilidad de ser comprendido en cualquiera de sus entornos sociales. Yrigoyen conjuga la biografía de una pasión política desbordante (tocando extremos como los encuentros de Carlos Miró Quesada con los jerarcas nazis) con la trama de una vida sentimental. La narración en este territorio también abre, fluye y cierra con honestidad. El libro culmina con una frase que la entrañable abuela musita ante los oídos del sorprendido autor; una frase significativa, tan real o irreal como la memoria —en ciertas ocasiones, prolija o desprolija— de quien tantea en el cofre de lo que alguna vez guardó. Una frase que aún nos interpela y nos persigue.

Raúl Mendoza Cánepa

 
Raúl Mendoza Cánepa
24 de octubre del 2016

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