Iván Arenas
La resignación a la pandemia
En espera de la llegada de la aún inexistente vacuna
Con la campaña comunicacional que busca colocar en la sociedad gran parte (si no toda) la responsabilidad por los contagios de Covid-19, todo indica que el Ejecutivo ha iniciado una etapa que bien podría llamarse “de la resignación”: normalizar la pandemia como si fuese, durante los próximo meses (o años), un problema social más ¿A qué nos referimos con la idea anterior? Veamos.
Estimado lector, en las primeras semanas de la pandemia el Gobierno ensayó una narrativa muy poderosa y singular en la que, de alguna manera, la insensatez de una mayoría de peruanos era la causa principal de la masificación de los contagios. Y ello a pesar de que en el Ejecutivo se equivocaron al continuar con la estrategia militar - hospitalaria (en vez de sustituirla por una enfoque comunitario) ,amén de la falta de plantas de oxígeno, equipos, ventiladores y camas UCI.
Es cierto también que en los últimos días, las imágenes captadas de un sinnúmero de fiestas, sobre todo en los barrios populares (curioso, ¿no?), parecen inclinar la balanza hacia la narrativa oficialista sobre quiénes son los “verdaderos” responsables. Pero todo indica que en el Ejecutivo se han agotado –por ahora– los esfuerzos para consolidar una única estrategia, y desde ahora se pretende “normalizar” una pandemia que ya se ha llevado las vidas de alrededor de 50,000 peruanos. No hay de otra, hacerla cotidiana parece ser la única solución a corto plazo.
Entonces, la insistencia del Presidente en demostrar que el Perú sería uno de los primeros países en obtener la vacuna contra el virus no es casual. Si bien la única forma de derrotar al virus es con una vacuna –que hoy, a pesar de los avances, aún no se hace realidad–, el gran detalle, en el caso peruano, será la distribución a lo largo y ancho de nuestra agreste geografía. Por no contar con una adecuada cadena de frío, que conserve las vacunas, se retrasaría por meses su aplicación. En otras palabras, vencer a la Covid-19 con la vacuna, con un Estado y Gobierno que no ha podido comprar de manera eficiente ni siquiera mascarillas, se convertirá en un suplicio.
Hablando de Estado, para ser justos diremos que no solo el Gobierno de Martín Vizcarra ha fallado en todas las líneas, sino también todo el Estado en su conjunto. Es cierto también que el gobierno vizcarrista prefirió la confrontación y las guerras al diálogo, y de allí que no priorizara la inversión para construir colegios y hospitales; sin embargo hay que considerar, por ejemplo, que hoy existen 25 políticas de salud, una por cada región, incluyendo el Callao. Una balcanización que se traslada a otros servicios públicos, ala que se suman la anarquía, corrupción e ineficiencia que hoy reinan en los gobiernos regionales y locales. Ya la Contraloría ha retirado el pie del acelerador.
Estimado lector, solo la vacuna salvará al Perú. Pero de aquí a que eso suceda podrían pasar meses e incluso un par de años. El Gobierno, todo lo indica, ya desistió en asumir las cuentas por cobrar y se ha resignado a una “convivencia”, solo que no lo dice en esos términos. En los Estados Unidos hay una máxima que suele flotar en el viento y que, aunque no se diga, ha delineado el carácter americano: la pobreza no es culpa del Estado, sino del individuo. Aquí podría decirse lo mismo: la Covid-19 ya no es culpa del Estado, ni del Presidente, sino de uno mismo. Eso es lo que intentan decirnos.
COMENTARIOS