Darío Enríquez
La reforma electoral, esa cojudeza
Debemos buscar eficacia, simplicidad y representatividad
Antes que nada, explicar que la palabra “cojudeza” es una variante del conocido “cojudez”, siendo un peruanismo cuya difusión y uso supera cualquier fatuo análisis de la RAE, como bien lo recuerda Don Marco Aurelio Denegri*. Vayamos entonces al punto que nos convoca hoy: nuestra ilustre clase política y sus diversas propuestas sobre la malhadada “reforma electoral”, esa cojudeza. En todas sus acepciones.
Tres ideas centrales y dos apuntes finales. La primera idea central es que se elimine de una vez por todas el pérfido e inútil sistema de firmas para la inscripción de partidos. Que cualquiera pueda postular una lista, solo con el requisito de presentar una carta-fianza de S/ 5 millones. Si pueden lograr 250,000 firmas de simpatizantes o partidarios, pues que cada uno done 20 soles para la causa que los congrega y así financian la emisión de esa carta-fianza al 100%. Si el partido no supera la valla electoral, pues la carta-fianza se ejecuta y su inscripción como partido queda anulada. Si desea insistir en los próximos comicios, que presente una nueva carta-fianza. Por supuesto, la trazabilidad y el origen del dinero usado para la emisión de la carta-fianza debe ser impecable, cumplir con todas las normas sobre bancarización de fondos electorales y cualquier problema implicará la anulación de la inscripción y una multa de S/ 5 millones, es decir equivalente a la ejecución de la carta-fianza.
La segunda idea, que la elección de congresistas sea por distrito uninominal. Es decir, si tenemos 130 congresistas, la población electoral se divide en 130 partes iguales. Para los guarismos actuales, en cifras aproximadas, estaríamos hablando de 150,000 electores por cada distrito uninominal. Ese grupo, definido en un espacio geográfico determinado (al que llamaremos distrito electoral), escogería a uno y solo un congresista. Ese congresista no estará obligado a tener su domicilio principal en ese espacio geográfico (aunque sería deseable, eso lo evaluarán en su momento sus propios electores), pero sí debe votar allí e instalar una oficina permanente (de su propio peculio) para atender las consultas de sus electores (de su propio peculio), si resulta elegido.
Cinco grandes ventajas: 1) Todos los congresistas serían pares entre sí, pues representan una población similar. No habría extremos de congresistas con 5,000 votos y otros con un millón; 2) Se elimina la votación preferencial, porque cada distrito electoral elige a uno y solo un congresista. Cada partido presenta por lo tanto uno y sólo un candidato por distrito electoral. Se instala así un factor de autorregulación del partido, porque se forzarán a sí mismos a seleccionar como candidato al mejor en su distrito electoral y no a “chauchillas” que puedan ser elegidos por la avalancha del voto preferencial; 3) Se hace factible la consulta pública, pues en asuntos de gran interés, cada congresista podrá y deberá consultar a sus electores, identificados en el espacio geográfico de su distrito electoral. Así se gana muchísimo en representatividad, porque los electores saben quién los representa en todos los casos y sin duda alguna; 4) Se facilita la convocatoria a nuevas elecciones solo en un distrito electoral si es que se plantea una revocatoria. El control ciudadano tendrá realmente poder y su ejercicio será factible; 5) Se simplifica enormemente tanto la cédula de votación como el conteo de votos, su verificación y control, hoy difícil y complicado por el voto preferencial.
La tercera idea es que para mejorar la calidad de los candidatos al Congreso, el gobierno esté obligado a nombrar ministros entre los congresistas elegidos. Si alguien como Fernando Zavala, Jorge Montesinos o Marisol Pérez Tello desea ser ministro, que postule y gane su curul en su respectivo distrito electoral. De ese modo los candidatos a congresistas deberán ser “ministeriables” en su mayoría, y los partidos tratarán de llevar a los mejores. Se minimizaría la llegada de analfabetos funcionales —disculpen la dureza de la expresión— y también evitamos que oportunistas y aventureros amigotes del presidente electo o de su entorno, casi siempre con agenda personal ilegítima, sean nominados ministros sin soporte popular democrático alguno. Si el presidente quiere nombrar ministro a alguien que no es congresista, pues se convoca elecciones parciales solo en el distrito electoral del candidato a ministro. Y si gana la elección —el pueblo soberano es quien tiene la última palabra—, solo entonces podrá ser nombrado ministro. Otro mecanismo de autorregulación para que los partidos tiendan a llevar a los mejores al Congreso.
Primer apunte final. Terminen de una vez con esa aberración de la bicameralidad. No necesitamos una falaz cámara “reflexiva”. Lo que necesitamos es mejorar la calidad de los congresistas a partir de mecanismos autorregulatorios como los mencionados líneas arriba: distrito uninominal y que solo congresistas puedan ser nominados ministros. La bicameralidad y sus falsas luminarias —de las que hoy se habla como si se tratara de los grandes sabios griegos— parió la peor crisis de nuestra historia, nos llevó al borde del colapso y nos legó un país hecho pedazos. Costó muchísimo salir del abismo al que nos llevó la falsa democracia de la bicameralidad. No la queremos de regreso. La inmensa mayoría aborrece la bicameralidad. Olvídenla de una buena vez.
Segundo apunte final. Olviden también el financiamiento de partidos políticos con dinero público, que es fruto del esfuerzo de los ciudadanos y que el Estado administra, pero no tiene derecho a derrochar. Menos regalarlo a los políticos. Si una causa política es incapaz de congregar apoyo financiero de los ciudadanos, pues no tiene nada que hacer en la esfera política. Dedíquense a otra cosa. Con el sistema de distrito electoral uninominal, los gastos en propaganda masiva para el Congreso serán poco eficaces. El nuevo sistema electoral favorecerá la interacción de candidatos y ciudadanos en su respectivo espacio geográfico, con propaganda focalizada en ese espacio. Lo siento por los medios de comunicación que han hecho de la publicidad electoral un festín multimillonario. Tendrán que hacer algo más productivo.
* https://www.youtube.com/watch?v=I2_LV9RnR4o&t=36s
Darío Enríquez
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