Tino Santander
La rebelión de los convencianos
Se realiza cada cuatro años, contra el sistema
Hace más de 55 años el historiador inglés Eric Hobsbawm escribió: “Ya se ha dicho antes, pero hay que decirlo otra vez: si algún país está maduro para la revolución social es Perú”. No obstante, en el Perú nadie entiende qué es una revolución social. Tampoco saben que existe una provincia llamada La Convención, que ocupa más del 55% de la región cusqueña, donde se encuentra el gas de Camisea y que además tienen un gran potencial agroexportador: café, cacao, té, achiote, fruta, etc.
La Convención parece un país fronterizo o un conjunto de centros poblados que viven en condiciones pobrísimas, a pesar de sus inmensos recursos: las carreteras son trochas, la salud es inexistente y la educación —como en todo el país— es paupérrima. Los 14 distritos no tienen agua potable ni desagüe, y la anemia y la tuberculosis crecen alarmantemente. Muchos se preguntan: ¿dónde están los US$ 6,000 millones (S/ 18,000 millones) que han entrado a la región por concepto de canon gasífero? Y a esa cifra habría que sumarle todavía el monto del canon minero y del turismo.
¿Por qué una provincia tan rica vive en esas condiciones? El ingeniero Carlos Tisoc me lo explicó tajantemente: “Corrupción e incompetencia. Ni la región ni los gobiernos locales estaban preparados para manejar tanto dinero, y tampoco había mecanismos de control claro, menos planes de desarrollo. Todo se ha hecho informalmente”.
El presidente de la Federación Campesina de la Convención, Daniel Mamani me dijo: “A partir del lunes 24 la huelga es indefinida. Ya hemos coordinado con todos los gremios y organizaciones sociales de la provincia, y estamos exigiendo al Gobierno de Vizcarra lo siguiente: 1) Incremento del precio de la arroba de coca y reestructuración de Enaco, con la participación de los cocaleros de todas las regiones; 2) Subsanación de las observaciones a la ley de creación de la Universidad Nacional Intercultural de Quillabamba; 3) Titulación de tierras; 4) Política agraria para combatir la roya amarilla en el café y la mosca de la fruta, además de infraestructura agraria de riego y la carretera asfaltada Echarati - San Francisco”.
La Convención es cuna del sindicalismo agrario. La paradoja es que los hacendados de antes no tenían mano obra suficiente —por eso se dio una masiva colonización de la región— ni contaban con infraestructura vial para desarrollar una economía agroexportadora. Hoy los herederos de la reforma agraria son los pequeños y medianos parceleros: tienen tierras, pero sin acceso al crédito. Y los hacendados han sido reemplazados por el Estado burocrático y corrupto.
Los convencianos siguen soñando con el tren Cusco - Quillabamba y con el túnel que atraviese el nevado La Verónica para llegar al Cusco en tres horas. Siguen pensando, como los viejos hacendados, en convertirse en empresarios agroexportadores. El periodista Ebert Solís lo plantea así: “El minifundio ha atomizado la producción y la solución es la asociatividad. Pero nadie cree en las cooperativas ni en ninguna forma colectiva de organización social por la corrupción de sus dirigentes”.
Sin embargo, no todo es malo: “Los machiguengas le están dando una lección de madurez democrática a todo el Perú. En el distrito de Megantoni —donde está el gas de Camisea— solo hay cuatro candidatos y se desarrolla un verdadera contienda democrática”. Por eso este paro es una catarsis que se repite cada cuatro años contra el sistema y contra nosotros mismos —afirma Ebert Solís— pues todavía no tenemos la madurez para gobernarnos y salir adelante.
Ayer, la movilización fue masiva y el paro total. Los dirigentes se están movilizando para extender su protesta a toda el sur. Los dirigentes del Comité de Lucha quieren que esta paralización sea el inicio, para sacar a todas las autoridades.
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