Jorge Nieto Montesinos
La próxima estación
Análisis del avance de México en la lucha contra el crimen
Vuelvo por unos días a México y me encuentro con un país que ha producido un cambio notable: la crisis de seguridad, que era hasta hace muy poco el tema omnipresente en todas las conversaciones de sus elites políticas o intelectuales, a cedido su lugar, o lo comparte, con la agenda de reformas planteadas por el nuevo gobierno del PRI que preside Peña Nieto. Punto a favor: más allá de la valoración que se tenga de ella, la deliberación democrática de esa agenda ha oxigenado su vida pública.
Pero no es una maniobra de control mediático, o espejitos psicosociales, o la pura voluntad política, lo que ha producido el cambio de clima. Aunque los problemas persisten, y no son menores, después de tres años comienzan a haber algunos resultados tangibles en materia de seguridad ciudadana. El más importante, la disminución en el número de homicidios, ya por tercer año consecutivo: 20% menos. Aún están lejos de regresar a las cifras del 2007, las más pacíficas de su historia, cuandotodo esto empezó durante el gobierno de Felipe Calderón. En cuatro años se saltó de una tasa de 9 homicidios por cada 100,000 habitantes, en 2007; a una de 24 por cada 100,000 habitantes en 2011.
Factores internos y externos convergieron para esa crisis. Dentro del país, una amplia juventud desempleada disponible; unas instituciones corruptas e incompetentes y una tasa de impunidad de 94%; un cambio de régimen político que rompió un viejo arreglo sin nada a cambio; una geografía de tránsito obligado al gran mercado norteamericano para casi cualquier tráfico. Externamente, el éxito colombiano en la interdicción de cocaína duplicó el precio de la droga entre 2007 y 2008. La eliminación de la prohibición de la venta de armas de asalto en EE.UU, el 2004, encontró un nuevo mercado en la frontera con México. Y entre 2002 y 2008 EE.UU. decidió expatriar al sur del río Bravo 35% más criminales ex convictos.
La crisis de seguridad se desató como rayo en cielo sereno. Sin avisarle a nadie. Como ocurren esas crisis. Pero todos los factores anteriores pudieron hacer sinergia por un cambio en las prioridades de la agenda de seguridad de México: en 2007 la guerra contra el narcotráfico se puso por encima de la seguridad cotidiana de la población mexicana. O se la confundió con ella. El resultado: alrededor de 70,000 muertos. Eso ha cambiado. La actual prioridad de seguridad es garantizar la vida pacífica de la gente. El mensaje es claro: no se tolerarán los crímenes violentos. Por eso la mayor ofensiva ha sido contra el cartel más sanguinario de todos, el de los Zetas.
El estado mexicano está lejos de poder cantar victoria. No solo porque la tasa de homicidios es aún alta. O porque hay zonas extensas donde el crimen todavía campea. También porque delitos de alto impacto contra la población civil –secuestros, extorsiones, tratas- siguen siendo un gran problema. Pero si hoy pueden deliberar sobre una vigorosa agenda de reformas económicas y políticas es porque vislumbran una tenue luz al final del túnel de la inseguridad. El hecho de que el Presidente de México a la cabeza del Consejo Nacional de Seguridad Pública revise cada semestre, de cara a la sociedad, avances y errores, según indicadores precisos, representa un mensaje de lucha y de victoria: el liderazgo no abdica, la política está al mando. Todo parece indicar que habrán de lograrlo. Pero si el éxito colombiano desplazó la geografía del crimen organizado a México. ¿A dónde lo desplazará la futura victoria mexicana?
Por Jorge Nieto Montesinos
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