Rocío Valverde
La nueva moda millennial: la oficina en casa
Ya no es necesario batallar con el tráfico urbano
He pasado dos años y medio de estrés, corriendo de una estación de tren a una parada de autobús, rogando a los dioses del transporte que no dejen que pierda mi conexión por el retraso de los trenes. Luego de haber pasado horas echando maleficios a toda la red de transporte por cancelar el único tren que me llevaba al trabajo, se me ha presentado la oportunidad de poner fin a la locura de viajar en hora punta. He decidido aceptar.
Desde esta semana podré trabajar todos los días desde mi casa. ¿Se imaginan qué felicidad? Las horas que antes estaban a dedicadas a correr hacia la estación, hacer fila para comprar pasajes, pedir compensación por retrasos y pelearme con los community managers de la compañía de transporte (vía Twitter) ahora serán bien aprovechadas. ¡El dilema de elegir entre una hora más de sueño o un desayuno completo no me oprimirá más las tripas!
Son cada vez más las personas que hacen telecommuting ocasional y los efectos positivos se hacen notar. El infernal tráfico de las mañanas disminuye, el medio ambiente se toma un respiro y la salud mental de los trabajadores mejora pues hay mayor equilibrio trabajo-vida, y esto conlleva a una mayor productividad. Las empresas ganan a un trabajador fiel que agradece la confianza depositada. Parece que todos salimos ganando. Entonces ¿por qué no se aplica el trabajo remoto en todas las compañías?
He escuchado argumentos de varios gerentes sobre cómo trabajar remotamente afecta negativamente la cultura de la empresa, el compromiso, la cooperatividad y la creatividad. Y claro, hay cierto escepticismo de parte del empleador. ¿Cómo monitorizar que el personal maneje su tiempo efectivamente? O dicho de forma más honesta ¿cómo saber que no están viendo series todo el día? Creo que este es el gran punto de discordia, pues es una cuestión de confianza. Recuerdo que en una empresa para la que trabajé dejaban muy en claro que la oportunidad de trabajar desde casa no era un derecho, sino un privilegio. Concuerdo en parte con lo dicho.
En esta era, tu potencial cliente puede estar en Estados Unidos y tú en Lima. Por ello es mucho más fácil asistir a una reunión virtual por medio de Webex o Skype y compartir documentos vía Dropbox o Google Drive. Si tienes alguna pregunta urgente, sin importar que tu compañero esté a tres pasos de tu escritorio o en Madrid, lo más probable es que le envíes un mensaje instantáneo.
En el caso descrito lo único que se requiere para trabajar efectivamente es una conexión a Internet a la que puedes engancharte desde tu oficina o tu casa. ¿Por qué obligar a alguien a batallar con el tráfico por una hora y media cuando podrían ahorrarle el estrés y dejarlo trabajar en pijama desde la comodidad de su hogar? Los límites entre los conceptos de privilegio y derecho han dejado de ser tan claros.
Este cambio en la política de oficina de las empresas está siendo impulsado por los millennials, quienes queremos tener una vida luego de las 6 de la tarde. Si se quiere retener talento joven es necesario que los grandes CEO piensen en la flexibilidad del ambiente de trabajo.
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