Luis Hernández Patiño
La neo miseria de la filosofía
No podemos permitir que nos impongan “enfoques” como el de género
En la semana pasada el Gobierno emitió el Decreto Supremo 056-2018-PCM, en el que se aprueba la política general de Gobierno, incluyendo los ejes y lineamientos prioritarios al 2021. El artículo 4.6 del mencionado decreto manda lo siguiente: “Promover la igualdad y no discriminación entre hombres y mujeres, así como garantizar la protección de la niñez, la adolescencia y las mujeres frente a todo tipo de violencia”.
¿Quién podría oponerse a que ello tenga carácter de prioridad en las políticas de Gobierno? Es decir: ¿Quién o quiénes podrían estar en contra de la protección de la niñez, de la adolescencia y de la mujer? Definitivamente, nadie. En su sano juicio, nadie. Sin embargo, sí hay ideólogos que promueven la oposición a las mencionadas prioridades. ¿Cómo se puede entender eso? Es que tales ideólogos están bajo la influencia de la miseria filosófica heredada de personajes tales como el psiquiatra Wilhelm Reich, por dar un ejemplo.
Wilhelm Reich desarrolló sus especulaciones teóricas y sus delirios a partir de sus problemas personales. Al respecto, los investigadores argentinos Agustín Laje y Nicolás Márquez citan el libro La función del orgasmo, cuyo autor es precisamente Wilhelm Reich. En dicho libro, Reich dice que la familia es una construcción enferma y habla de familitis. Sin embargo, va más allá y se refiere a una revolución marxista que debería darse en el terreno genital. Entonces algún sociólogo sensato me podría preguntar en qué consistiría aquella revolución; y resulta que, según Wilhelm Reich, dicha revolución pasa por desatar las pasiones eróticas en una forma desenfrenada y promover la infidelidad para destruir a la familia.
Hay otros “pensadores” que también se pueden mencionar, como es el caso del sociólogo alemán Herbert Marcuse, identificado con la Escuela de Frankfurt. Marcuse va en la línea de celebrar las perversiones, pues él considera que las perversiones son expresión de la rebelión ante el sistema.
Por otra parte está Michel Foucault, quien bien podría ser un ejemplo de alguien que tiene profundos conflictos internos (¿sexuados?) que pretenden ser desahogados por la vía teórica, típica de las clases medias y altas. En él había una actitud de ensañamiento para con los hospitales y para con la medicina, habiendo sido hermano, hijo, nieto y bisnieto de médicos, tal como refieren los argentinos Laje y Márquez, en su Libro negro de la nueva izquierda. Michel Foucault era un multidisciplinario, quien luego de estudiar filosofía escribió un libro titulado Locura y sinrazón. En ese libro, sostenía que la locura no es una enfermedad. Decía que se trataba de una injusta clasificación de la modernidad; y esto merece una atención singular porque, tal como lo señalan los ya citados Laje y Márquez, hay un paralelo entre lo que Foucault afirmaba sobre la locura y lo que luego los sodomitas foucaultianos han pretendido sostener en torno a la homosexualidad, aduciendo que esta no es una enfermedad.
En su propósito de criticar al sistema capitalista, del cual se valía, Foucault reivindicaba a los locos, a los perversos y a los criminales, aduciendo que estos habían sido estigmatizados. Sin embargo, habría que ver qué le habría ocurrido si semejante reivindicación la hubiese realizado en el interior de la Unión soviética. ¿Acaso el régimen socialista lo hubiera reconocido como todo un progresista de avanzada?
Haciendo un breve paréntesis, yo me permito preguntarme si realmente en todo esto solo hay un neomarxismo. ¿No habrá algo más por detrás? Yo tengo la impresión de que sí.
He mencionado muy brevemente a Wilhelm Reich, Herbert Marcuse y Michel Foucault, y podría nombrar también a Harry Hay, entre otros; pero vamos a concentrarnos en nuestra realidad. En tal sentido, nuestros género lovers domésticos se oponen a lo expresado en el artículo 4.6 del decreto en el que se aprueba la política general de Gobierno al año 2021, porque para ellos el tema del género no pasa por considerar la igualdad, así como la no discriminación por sexo, entre hombres y mujeres. El tema del género pasa por un enfoque eminentemente ideológico, alias teoría, según el cual ni la identidad, ni la sexualidad, ni la reproducción, ni el poder estarían determinados por la biología, la naturaleza o lo divino. Se trata de un enfoque que, en relación a la realidad objetiva, no surge de la esencia de lo que son las cosas. Por el contrario, pretende que las cosas, e incluso la esencia de estas, se sometan a los antojos preconcebidos de sus ideólogos. De ahí la necesidad que estos tienen de distorsionar y adulterar palabras, frases y conceptos, recurriendo a etiquetas y neologismos cuando les hacen falta, para tratar de sustentar lo insustentable.
El Perú no tiene ninguna obligación de permitir que le impongan ningún “enfoque”; como el de género, que no es más que una muestra bien significativa de la neo miseria de la filosofía, que resulta ser una delicia de clase para ciertos grupos de diletantes pequeño burgueses, burgueses y aristócratas. Ellos tienen la suficiente capacidad económica como para poder dedicarse a buscar alguna justificación a sus propios desarreglos personales, a partir de sus propias elucubraciones sobre lo que ellos quisieran que la realidad fuese. Felizmente, ese enfoque de tipo camaleónico ha sido dejado de lado en el Decreto Supremo 056-2018-PCM. ¡Bien por los niños de nuestro país! Sin embargo, pienso que los padres deben seguir en actitud vigilante.
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