Dardo López-Dolz
La moral como eje de la política
Educacion en valores y meroticracia para mejorar al Estado
Desde el retorno a la democracia, tras la dictadura socialista militar de Juan Velasco —Que solo soltó el poder tras imponer condiciones a los constituyentes de 1979— ha ido creciendo un consenso ciudadano sobre el progresivo deterioro en la calidad moral e intelectual, el nivel cultural y la experiencia política o directiva de un número creciente de congresistas, gobernadores consejeros y alcaldes. Ya he señalado hasta el cansancio la inmensa responsabilidad de un gran sector de la prensa que, en su afán de hacerse más fuerte, ha demolido sistemáticamente el atractivo de los cargos públicos, haciendo que cada vez sean menos los honestos, experimentados y capaces que se atrevan a arriesgar prestigio, tranquilidad y patrimonio, y se animen a postular o aceptar una designación.
La solidez de principios morales, que nada tiene que ver con la posición socioeconómica de una persona, se lleva en los genes y se solidifica en la formación familiar. Por lo tanto, la crisis moral que afecta al parlamento y a todas las instancias de gobierno, solo se solucionará cuando recuperemos el entendimiento de la importancia de un eje moral en nuestros actos. Eso que los anglosajones (antiguamente también los ibéricos) llaman “honor”, y que ha sido demolido sistemáticamente y adrede por las posiciones ideológicas que se apoyan temporalmente en el relativismo para alcanzar el poder y hacerse absolutas e inamovibles.
La tarea pendiente es educación en valores; en casa, en colegios, universidades, medios de comunicación y toda forma de asociación. Será una labor larga; no es un tema que pueda solucionarse por decreto, elección o plebiscito. Es una tarea que debemos empezar ya cada uno en su entorno, y demandar que las instituciones hagan lo mismo.
El deficit en el nivel intelectual es el más fácil de solucionar. Bastaría con hacer obligatoria, para postular a cualquier función remunerada con nuestros impuestos, la aplicación de las mismas herramientas anónimas de medición de capacidad intelectual que utilizan la academia y la empresa privada al reclutar. Así quien desee postular a un puesto por elección o designación, tendría que acreditar poseer por lo menos una capacidad basal de entendimiento que permita esperar mejor uso de los recursos provenientes de nuestros impuestos. Hecho esto, se disminuiría notablemente el riesgo de insuficiencia intelectual.
El bajo nivel cultural de algunos puede solucionarse a futuro para todo nuevo postulante sin experiencia en el cargo al que postula (así no tendremos resistencia de algunos de las actuales o antiguas autoridades elegidas) si extendemos el criterio de meritocracia a los requisitos para los cargos sujetos a elección. Se podría flexibilizar la exigencia de grados académicos con la opción de remplazarlos por exámenes, también anónimos, de conocimiento de por lo menos matemática básica, historia del Perú, historia universal y derecho constitucional.
La experiencia se adquiere en el ejercicio, por lo tanto, nada más nefasto que prohibire acumularla evitando la reelección de congresistas. La historia de las democracias más sólidas del planeta ha demostrado que la mejor escuela para aprender política (indispensable para un buen ejercicio de la responsabilidad encargada por los electores) son las alcaldías, gobernaturas y curules regionales o nacionales.
La reelección reiterada de congresistas proviene de la conjunción del voto preferencial (que somete partidos y planes de gobierno a la billeteras más grandes) y del voto ciudadano inconsciente, íntimamente ligado a la manipulación mediática de una inmensa mayoría no contribuyente (en términos tributarios) y no usuaria o beneficiaria imperfecta de los servicios públicos estatales. Una concurrencia de factores que aleja el natural raciocinio económico del votante. Prohibir la reelección no resiste el menor análisis lógico como fuente de mejora en el criterio del votante.
Por último, me declaro partidario de la bicameralidad. Un Senado con mayores requisitos de edad y académicos son la natural y razonable reedición del consejo de ancianos de las culturas exitosas de antaño.
La demagogia y el populismo pueden favorecer temporalmente al soberano, pero jamás al pueblo que lo soporta.
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