Jorge Morelli
La izquierda elude la responsabilidad
Ha estado detrás de las dos cuarentenas
Desde el primer día de la primera cuarentena escribí que los peruanos no debían esperar nada o casi nada del Estado. Y que lo mejor era que el Gobierno reconociera humildemente sus limitaciones y delegara a las familias el cuidado de sí mismas; a los médicos –privados y públicos– organizarse para ayudarlas, y a las empresas cuidar de sus trabajadores.
En vez de eso, de la manera más arrogante, el Gobierno –el actual y el anterior son el mismo– se sintió en el derecho de dar órdenes a los peruanos sobre lo que debían hacer, aunque no existieran los medios para hacerlo. Dictó la cuarentena y arruinó la economía. Y no fue en beneficio de la salud. Los peruanos la acataron respetuosamente por algún tiempo. Hasta que se dieron cuenta de que el supuesto remedio era peor que la enfermedad. La cuarentena se fue relajando y terminó por desaparecer.
Para cuando el Gobierno decretó el término de la cuarentena, esa era ya una realidad para todos; salvo para las empresas formales, a las que pudo someter todavía a la tortura de un plan de cuatro fases y unos protocolos que son la envidia de las instrucciones para subir una escalera. Al cabo, el pueblo tomaría en sus manos no solo el reinicio de la economía ignorando las risibles disposiciones, sino incluso la receta de un tratamiento práctico, barato y accesible.
En el colmo del desacierto, el gobierno trató de desalentar el uso de ese tratamiento, mientras entre el Ministerio y el Seguro Social se instalaba un debate que hizo honor al segundo, que defendía su necesidad mientras que el primero prevenía contra su uso amedrentando a la población. Con ello dio pie a que se suponga que el propio Gobierno era parte de una mega conspiración para favorecer la aplicación de una vacuna, que no sería barata, en lugar del medicamento que demostradamente ya, con miles de testimonios, podía aliviar y mitigar el agravamiento de la enfermedad. Incluso cuando ya se supo que es la inflamación y no directamente el virus lo que causa la muerte del paciente. Y mientras en el mundo una docena de empresas privadas y entidades estatales competían por avanzar en una vacuna, el Estado peruano falló incluso en conseguir a tiempo una, cualquiera de ellas.
En suma, de todas las que ha protagonizado, esta ha sido la mayor exhibición de incompetencia que el Estado peruano ha hecho jamás. A la falta de sentido común con que manejó la economía, que nos llevó al último puesto en el mundo, sumó la estrategia que nos llevó al último puesto en el mundo también en el cuidado de la salud. Y repite ahora el error, cuando ya se sabe que un estudio reciente de la Universidad de Stanford ha demostrado que el confinamiento no arroja un resultado realmente provechoso en la lucha contra la pandemia.
Hoy pienso que lo que pudo y aún debería hacer en lugar de repetir mecánicamente el error, es convocar a un consejo de empresas privadas especializadas en la producción y distribución de agua, alimentos y medicinas de primera necesidad, y pedirles que diseñen el sistema público-privado con que aún debe enfrentarse la pandemia. Y poner luego al Estado bajo sus órdenes sin estorbar hasta despejar el camino.
Hay, sin embargo, aun otra lección que aprender. Es la izquierda la que ha estado en el Gobierno a lo largo de toda esta tragedia, es la caviarada la que la ha organizado y protagonizado. En su afán obsesivo de control elude al mismo tiempo la responsabilidad de la decisión. Recuérdelo el lector cuando vaya a votar.
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