María Cecilia Villegas
La informalidad política
Cada vez son menos los políticos profesionales que postulan a una curul
El eje de una democracia liberal son los partidos políticos. Una democracia sin un sistema de partidos estables, institucionalizados y organizados, y que sobreviven a sus fundadores, es débil y vulnerable, y puede ser seducida por afanes personalistas y demagógicos. Pero la alta informalidad imperante en el Perú no es exclusiva del sector económico, también afecta a los partidos. Tal como sostiene Carlos Meléndez, los partidos políticos en el Perú “son productos involuntarios y amorfos de políticos ambiciosos que intentan llegar al poder con lo que tienen al alcance” Es decir, los partidos peruanos son asociaciones de amigos con intereses comunes y aglutinados alrededor de un caudillo. Meros vehículos para llegar al poder que no representan a sus electores ni funcionan como correas de transmisión de sus intereses.
Los partidos creados a la sombra de un líder no tienen mayor democracia interna ni organización. Así, cuando un militante cree que puede ser presidenciable, en lugar de disputar una candidatura dentro del partido, como sucede en las democracias institucionalizadas, se aparta creando un nuevo partido o movimiento. Cuando se estableció la posibilidad de la reelección presidencial indefinida, con un periodo constitucional de por medio, todo eso degeneró en un incentivo perverso, que unido a la falta de democracia interna de los partidos impide el recambio de líderes. Alan García sigue siendo el caudillo aprista y difícilmente permitirá el surgimiento de un nuevo líder que le pueda hacer sombra. Alejandro Toledo fue el responsable directo de que Perú Posible dejara de existir, y sin Ollanta Humala y Nadine Heredia ¿qué es Nacionalismo?
El sector informal se ha convertido en un caudal electoral importante y muy atractivo para los partidos. Así, creyendo que el populismo es la forma más efectiva y eficiente de llegar al poder, los partidos pelean la representación de estos sectores. Cada vez son menos los políticos profesionales que postulan a una curul, y cada vez son más los representantes de la informalidad; y mejor si vienen acompañados de aportes interesantes.
La fuerza política más importante en el Perú actualmente es el fujimorismo. Tal como sostiene Martín Tanaka, Keiko Fujimori entendió que las elecciones del 2011 las perdió por la reivindicación de los noventa. Buscando alejarse de ello, y con el objetivo de ganar en el 2016, buscó liderazgos emergentes y alejó a todos aquellos a quienes se pudiera vincular a los noventa. Pero esta estrategia, liderada por los neo fujimoristas, no la llevo a ganar las elecciones y la hizo perder a sus mejores cuadros políticos en el Congreso, además de haberse rodeado de novatos en política. Hoy el fujimorismo tiene el control del Congreso, pero la mayoría de sus representantes no pertenecen al partido, no conocen la ideología ni la mística que les permite ser la identidad política más importante. Más aún, hay congresistas que ni siquiera saben por qué ha sido condenado Alberto Fujimori.
El liderazgo fujimorista en el Congreso ha puesto al partido y su lideresa en una encrucijada: o da muestras de su voluntad reformadora e impulsa una reforma de los partidos —que incluya la democratización interna mediante mecanismos de participación efectiva de sus militantes en la toma de decisiones y selección de candidatos, y mecanismos de rendición de cuentas sobre su actuación en el Ejecutivo y en el Legislativo— o mantiene el statu quo, lo que implicaría admitir que la anunciada institucionalización del fujimorismo no es más que un "cuento chino".
María Cecilia Villegas
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