J. Eduardo Ponce Vivanco
La importancia del entorno internacional
Las tensas relaciones entre los países americanos
Mientras la nación se concentra en su delicada coyuntura interna, el entorno regional y mundial (del que la economía y desarrollo del Perú dependen en gran medida) presenta un conjunto de cambios de la mayor significación. El más gravitante es la brutal e indiscriminada guerra comercial y el mercantilismo impuestos por el Presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Su burda gestión está provocando cambios preocupantes en el orden mundial. Las relaciones con sus aliados sufren los efectos de su intemperancia, improvisación y abrumadora ignorancia de la política exterior. El debilitamiento institucional que padece la democracia norteamericana es consecuencia de unos actos tan censurables que lo acercan al impeachment (proceso de destitución política) poco antes de las elecciones legislativas del próximo 6 de noviembre, en las que podría perder la mayoría parlamentaria.
La arrogante prepotencia con que el autor de The art of the deal maneja su política externa —mediante tuits personales— fue aplicada para modificar a su gusto el acuerdo trilateral (NAFTA) con México y Canadá, mediante una desleal negociación con el primero para imponer condiciones al segundo. Un arreglo seguramente bendecido por su nuevo favorito: Andrés Manuel López Obrador, el izquierdista mexicano que durante seis años gobernará su país con amplia mayoría parlamentaria. Ese tratado bilateral será un espléndido regalo de Peña Nieto (del PRI) al famoso AMLO (que odia al PRI), quien le estará muy agradecido por haberlo librado de negociar con el gran vecino (e histórico enemigo del izquierdismo mexicano), al que destina más del 80% de sus exportaciones.
¿Cómo afectará esto la prioridad que la Alianza del Pacífico tendrá para México? ¿No es previsible que, tanto en lo comercial como en lo político, AMLO sea más sensible al primitivo mercantilismo de Trump que al liberalismo que rige en la AP? Aunque Canadá se acomode a las exigencias de Washington, es evidente que su relación quedará resentida por el humillante maltrato inferido a Justin Trudeau, el sofisticado Primer Ministro canadiense que ha promovido la asociación de su país a la Alianza del Pacífico. Con Australia, Nueva Zelandia y Singapur, Canadá será el cuarto miembro asociado de la Alianza. Los seguirá Corea del Sur, decidida a convertirse en el quinto. Nada sabemos todavía de Ecuador, cuyo Gobierno expresó similar interés, pero sin precisar los términos para negociar su inclusión.
En Sudamérica observamos un incierto panorama electoral en Brasil, un fuerte deterioro en Argentina, una inminente explosión en Venezuela, un Mercosur en modo de inercia, una CAN de tres miembros y medio (Bolivia pertenece, imposiblemente, a la CAN y al Mercosur), una ALBA con un solo socio sudamericano (Bolivia) después de la salida de Ecuador, y una Unasur quebrada y acéfala, que habita en ese limbo perdurable de los organismos internacionales en estado de hibernación. Los únicos países que parecen tener una posición definida sobre Unasur son Colombia y Chile (el primero está denunciando, como corresponde, su Tratado Constitutivo para perfeccionar jurídicamente su retiro).
Nuestra vecindad en el Sur se verá próximamente dominada por la sentencia que la Corte Internacional de La Haya está por emitir sobre la demanda del eternamente reelegible Evo Morales contra Chile. Hace pocos días el importante diario chileno La Tercera publicó las minutas de las discretísimas —y fracasadas— conversaciones chileno/bolivianas para aproximarse a un arreglo práctico que, sin el elemento de la soberanía, satisfaga la aspiración altiplánica, incompatible con el tratado de fronteras que vincula a nuestros vecinos, y que la CIJ tiene que respetar. Así como también deberá hacerlo con el Tratado de 1929 y su Protocolo Complementario entre Chile y Perú.
Como las relaciones entre los Estados involucrados podrían crisparse, será indispensable que nuestro país sea celosa y sabiamente prudente. Así lo aconseja una política exterior realista y alejada de sentimientos y “fraternidades” que no tienen cabida en circunstancias en que deben primar el interés nacional y la real politik.
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