Pedro Olaechea
La ilusión de un continente y la pesadilla de una nación
Latinoamérica y el socialismo del siglo XXI
Desde la independencia, los países latinoamericanos despertaron a la responsabilidad de mantenerse libres. Y debido a que súbitamente desapareció España como la raíz de todos nuestros problemas, nos encontramos huérfanos de alguien a quien culpar por nuestros males. Sin embargo, aparecieron nuevos temores. Muchos de ellos, lamentablemente, con fundamento en la historia del momento.
Mientras surgíamos como naciones, apareció la “generación (española) del 98”, que veía en la aparición de Estados Unidos en el entorno internacional una fuerza implacable que ejecutaría la colonización cultural y material de Iberoamérica, así como la sujeción de esta a su poderío y desarrollo económico. ¡Mamita, los gringos se nos vienen! Este temor comienza a ser expresado por distintos escritores, quienes han dejado una huella que sienta el derrotero del devenir de nuestra región desde inicios del Siglo XX.
Enrique Krauze, en su libro Redentores, nos hace un repaso de las principales ideas plasmadas por poetas, pensadores, políticos y activistas de la época: un sancochado que hoy vemos convertido en la tragedia de Venezuela. En esta interesante obra se hace evidente nuestra incapacidad para generar alternativas de desarrollo. Vez tras vez, hemos utilizado los lamentables eventos del inicio de nuestra vida independiente para someternos nosotros mismos a los peores horrores que hemos podido crear.
Tras la caída del Muro de Berlín, quedaba confirmado que ese modelo había fracasado. En tanto, en América Latina surgía el “socialismo del siglo XXI” porque “esta vez sí lo haríamos bien”. La profunda crisis social, política y económica de Venezuela nos enseña que no importa el nombre que se le ponga, las ideas que son base del socialismo llevan a la más absoluta miseria. El profesor Lawrence Peter, en su magistral obra El principio de Peter, conocido como “el principio de la incompetencia”, nos habla de uno de sus estereotipos: “A. Cumulo”. La característica principal de este personaje es la siguiente: si algo no funciona, hay que hacer más de lo mismo, con mayor vehemencia e intensidad. Fórmula, como nos señala el profesor Peter, que nos asegura el fracaso. Suena conocido, ¿no?
Habiendo vivido regímenes como los de Perón, Velasco, Kirchner, Chávez, Maduro, Lula, Correa, los Castro, etc., es lamentable que existan aún personas que piensen que estas políticas pueden funcionar. Venezuela, una vez el país más rico de esta parte del continente, tiene hoy una moneda completamente devaluada, escasez de productos por todos lados, migración sin precedentes en la región. La inflación es de más de un millón por ciento. Y este dato de The Economist ilustra qué tan grave es la situación: si una persona tuviera al inicio del año ahorros de US$ 10,000(en bolívares), al final del año estos ahorros valdrían 59 centavos.
En ciertas universidades locales se busca que los jóvenes piensen en un nuevo orden social, distinto y diferente. Es como si nuestro actual sistema hubiera fracasado y fuera necesario buscar uno nuevo. La realidad es que si bien aún hay mucho por mejorar, las políticas de libre mercado adoptadas alrededor del mundo han llevado a mejoras dramáticas en la calidad de vida. Si el mundo hiciera el “10 year challenge”, la diferencia sería clara: desde el 2008, en el mundo la extrema pobreza ha pasado del 21.3% al 8.6%, la mortalidad infantil se ha reducido de 5.8% a 3.9%, el analfabetismo infantil se ha reducido de 11.3% a 8.6%. Todo esto mientras que la esperanza de vida ha subido de 69.8 a 72.2 años. Hoy, según la UNESCO, hay 99.7 niñas en primaria y secundaria por cada 100 niños. Mientras el socialismo sumergía en la miseria a los países que lo aplicaban, el libre mercado se encargaba de llevar al mundo al mejor momento de la historia de la humanidad.
¿Por qué, entonces, si la data es tan clara, hay personas que siguen promoviendo el socialismo? Ensayo una respuesta: por pertenecer a un mundo más sofisticado y espiritual que el mundo materialista anglosajón. En realidad lo que añoran, detrás de estas ideas, es tener ese poder absoluto para aplicarlo a todos, como se hacía en la autocracia real. Repiten siempre que esta vez es diferente, que esta vez han aprendido de los errores, que esta vez son democráticos, pero al final la verdad los delata. Son autócratas de corazón y su religión es la más pura. Como decía Margaret Thatcher: “El socialismo no procede del pueblo. Es una doctrina de intelectuales que tuvieron la arrogancia de creer que podían planificar mejor la vida de todos”.
Desde este espacio, no me queda más que expresar mi más profundo apoyo a los venezolanos que hoy luchan por recuperar su país, aún arriesgando su vida. La comunidad internacional debe estar vigilante de lo que pasa en Venezuela y debe estar lista a prestar un rápido apoyo, una vez que caiga el régimen socialista de Nicolás Maduro.
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