Alan Salinas

La experiencia China

Eficiente distribución de poder a centros regionales y locales

La experiencia China
Alan Salinas
21 de enero del 2020


Hace unos años estuve por China. Gracias a la invitación del Instituto Asia Pacífico y de la embajada asiática pude conocer de cerca lo que lo que representa esta enorme nación, que –según los organismos financieros internacionales– al 2030 superará a los EE.UU. Un país-continente que, desde la apertura realizada por Deng Xiao Ping en 1979, ha logrado reducir la pobreza de 250 a 26 millones de personas aproximadamente.

La China de Mao –iniciada en 1949– no es la China después de la apertura. Se escucha con frecuencia, entre los chinos con los que tuve la oportunidad de conversar, que Mao Tse Tung hizo la nueva china, pero Deng Xiao Ping los enriqueció. Vale decir, Mao generó un nuevo país-continente al sacar a millones de chinos del dominio de las dinastías imperiales, unificando el idioma y sus caracteres, pero Deng –mediante un realismo político– generó las reformas necesarias para que Occidente llegue al Oriente, para lograr el cometido de “una sociedad modestamente acomodada” (o una sociedad de clases medias).

Caminando por las calles, en el metro o el tren bala, uno puede apreciar las tecnologías de occidente para el consumo cultural chino. Es decir, si bien hay un uso masivo de tecnología occidental, el Partido Comunista Chino (PCCh) –que tiene el control del Estado– maneja el contenido de los dispositivos que usa el chino promedio. De acuerdo a los documentos que uno puede revisar, el PCCh tiene un Plan de apertura cultural progresivo a Occidente. Para esa apertura progresiva, la calidad del sistema educativo es importante. Con el tiempo han sabido conectar el modelo confuciano (cooperación y respeto a la autoridad) con el modelo occidental de educación. 

Por largo tiempo, el PCCh ha controlado también la tasa de natalidad para el logro de políticas de desarrollo y culturales. Hasta el año pasado se permitía tener un solo hijo a las familias chinas. De no cumplir, se aplicaba multas. Desde este año, debido al envejecimiento de la sociedad china, las familias pueden tener dos hijos. Es una medida intervencionista, pero teniendo en cuenta que es un país-continente, es válido para su viabilidad como sociedad. 

En lo que respecta a su forma de gobierno, se puede sostener que está conformada por el Partido Comunista Chino, que tiene el control del Estado. Actualmente China cuenta con un presidente y una Asamblea Popular. Tanto Xi jinping como los asambleístas son elegidos a través de delegados, y no a través del voto popular directo, como se establece en varias democracias occidentales. Claro está que –visto desde Occidente– no es una democracia, sino una dictadura. Pero veamos por qué funcionan sus instituciones bajo un régimen vertical. 

China cuenta con funcionarios públicos, quienes son formados en escuelas confucianas de Administración Pública –que datan del año II d.c., desde la dinastía Han–, los cuales tienen el objetivo de hacer eficiente y eficaz el manejo del Estado. Planifican. Los chinos se forman para hacer carrera pública; la educación es importante. Eso quiere decir que existe meritocracia. El presidente actual –por ejemplo– es parte de ese sistema que funciona. 

Por otro lado, pude apreciar –tanto a través de mi estancia por allá como de mi lectura de textos– que China, bajo la máxima clásica leninista del “centralismo democrático” o de su milenaria forma vertical imperial, ha logrado generar eficientemente distribución de poder a centros regionales y locales. El legado histórico pesa fuertemente en la cultura política china. 

Para que tal distribución del poder y legitimidad funcione entre gobernantes y gobernados, la educación juega un rol protagónico, a través de la máxima confuciana de la “cooperación, disciplina y respeto a la autoridad”, en la que los funcionarios cobran vital importancia. No es fácil, claro está, por las contradicciones que le ha generado su modernización (vía uso –por ejemplo– de altas tecnologías de la información y comunicación), pero han logrado generar cierta gobernabilidad. 

Cierta gobernabilidad que le permite –mediante un plan cultural– hacer que Occidente entre progresivamente de manera cultural a Oriente.

Alan Salinas
21 de enero del 2020

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