Manuel Erausquin
La eternidad de Burga
Pareciera que la dignidad no habita en algunos seres humanos
Manuel Burga se ha encargado de neutralizar los vientos de modernidad en el fútbol peruano y ha conseguido mantener las reglas de juego con la visión de un señor feudal. En ese sentido, el balompié nacional es una chacra, la chacra de Burga, y parece que nadie puede hacer algo. Esa es la peor sensación que se ha configurado en las mentes de los aficionados, que cada vez que llegan las eliminatorias para un mundial ven como les pinchan el globo de la ilusión. Una ilusión que no dispone de respaldo, una ilusión forzada que culmina en inevitable frustración. Y al final estos hinchas se convierten seres ilusos. Triste pero real: tenemos tribunas llenas de pobres ilusos. Eso no es bueno para el fútbol, tampoco para el país.
En ese escenario, Manuel Burga ha sido incapaz de cumplir su labor con cierto tipo de ambición a pesar de las limitaciones que padece nuestro medio futbolero. Él no entrena ni juega, pero sí dirige a la Federación Peruana de Fútbol. Eso quiere decir que es el líder de nuestro fútbol y que es el responsable de propiciar condiciones decentes para que se practique este deporte en todos sus niveles. Sin embargo, lo que tenemos es un campeonato local de un nivel pobrísimo, donde los equipos que clasifican para los torneos internacionales sucumben en los primeros encuentros. Y otra vez el aficionado iluso, mostrando la bandera de su querido, pero abatido equipo.
En otras palabras no existe un proyecto integral del fútbol peruano, pensado a lo largo del tiempo y en evolución por etapas. En consecuencia, cada vez que afrontamos competiciones internacionales a nivel de clubes o selecciones nacionales, terminamos con la pelota en nuestro arco. Entonces, inflados de cólera y amargura volvemos a nuestras vidas en silencio. Y nuestros futbolistas también, las promesas, los que son realidad a punta de talento y los irremediablemente malos. Para lamento de la hinchada, son la mayoría.
En ese tránsito Burga persigue estrategias electorales para reelegirse y perpetuarse en el poder. No le importa haberse convertido en un cínico y no haber empezado a cimentar casi nada sobre la proyección de nuestro fútbol. Solo vemos los mismos nubarrones y las violentas tormentas mediáticas que siempre tendrán a alguien para liquidar. Pero qué ocurre con los clubes que apoyan a Burga, qué les ofrece para que sigamos en un mundo donde la mínima capacidad de gestión no se muestre. Ellos lo eligen, él qué ofrece a manos llenas.
Parece que nuevamente Manuel Burga renovará su gestión, un ejemplo de longevidad política. Y ahí está el detalle, nuestra política no dispone de un sentido de servicio genuino a la comunidad, es una vía de autoservicio. Un ámbito de intereses y ofrecimientos a cambio de favores o prebendas que poco bien le hacen a este fútbol de miseria que es el nuestro. Una miseria que se expande cada vez más, pero a Burga no le interesa. Solo vive para asegurarse múltiples viajes y un asiento en cada uno de los partidos que desee ver en un mundial. Nada más. No quiere renunciar y no lo va hacer. La dignidad no existe en algunos seres humanos. Eso se tiene que entender para no sufrir en vano.
Por Manuel Eráusquin (29 - oct - 2014)
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