Iván Arenas
La estrategia bolchevique y el último voto
Agitación de la propaganda y acción directa de las masas
Horas después de conocerse el primer flash electoral del domingo pasado, que proclamaba a Keiko Fujimori como ganadora de las elecciones presidenciales, Perú Libre ejecutó una de las varias estrategias, gastadas pero todavía eficientes, de los manuales bolcheviques: la acción directa de masas. ¿Qué es eso? preguntará un millennial, acostumbrado a leer separatas. En términos leninistas de dirección política, la acción directa de masas es la agitación organizada y permanente. Los militantes en las calles, “a toda hora y a cada instante”.
Eso hizo Perú Libre, y eso hará aún después de conocerse el resultado, que estoy seguro dará por ganador a Fuerza Popular. Cientos de militantes y simpatizantes, las masas, en la acción directa a presionar a la ONPE, a gritos de fraude, aún luego de conocerse el conteo rápido de una encuestadora que daba, esta vez, como ganador a Pedro Castillo.
La otra estrategia es la agitación de la propaganda. Lenin, en “Nuestra tarea inmediata”, decía que la tarea consiste en transformar –por medio de la propaganda, la agitación y la organización– esa lucha espontánea en lucha de clases. Y Perú Libre empezó, al final de la jornada electoral, con la propaganda a través de las redes. De pronto toda la zurda iba en una sola dirección: el fujimorismo hará fraude. Ellos empezaron, ojo.
Así, con agitación de la propaganda y acción directa de las masas, Perú Libre empezó la tarea de crear un universo narrativo donde ellos habían ganado las elecciones y la ONPE y el JNE eran presuntos cómplices del fujimorismo. Lo curioso es que puede ser al revés. Hay más de 1,200 actas impugnadas, ilegibles o con error material que tendrán que saldarse legalmente ante el JNE. Sin embargo, el universo narrativo y la percepción de que Perú Libre obtiene una victoria parece viajar muy rápido, tanto que incluso afectó a simpatizantes naranjas que daban todo por perdido. Esa es la estrategia bolchevique: generar contradicciones en el adversario.
La tercera estrategia leninista es la de que no importa quién vota sino quién cuenta los votos. Los medios no importan, solo el fin (Maquiavelo jamás dijo algo parecido). Stalin robaba bancos en Tiflis para solventar la revolución. No interesa si fue ladrón, solo el poder. Aquí lo que aparentemente se ha hecho es adulterar actas, sobre todo en la sierra, donde el fujimorismo jamás organizó una secretaría de la defensa del voto.
Pero hay otra narrativa potente que le juega en contra a Cerrón y Castillo: no ganará legítimamente mientras se mantengan las actas impugnadas y no se revisen. En la Revolución francesa, entre los girondinos y jacobinos mediaban los 400 representantes de “la llanura” o los de centro. Entre fujimoristas y zurdos hay un inmenso Perú llano que ha interiorizado que “sin las actas impugnadas Castillo no puede ganar”. Y así será.
Por ahora es importante que el fujimorismo aplique una estrategia inteligente; no como Cerrón y Castillo, sino una estrategia democrática que fortalezca su posición ante la mayoría de peruanos y permita la cohesión permanente de sus aliados (López Aliaga y sobre todo Acuña). Lo otro es pelear hasta el último voto en las calles, en la propaganda y el sentido común de que Keiko Fujimori sí ganó las elecciones en la cancha y la quieren derrotar en mesa.
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