La DINI que el Perú necesita

Debe trascender los intereses políticos coyunturales

La gestión política exitosa pasa indispensablemente por la capacidad de anticipar los diversos escenarios y su probabilidad de ocurrencia. Las democracias sólidas lo son, en buena parte, porque lo comprendieron hace mucho y desarrollaron instituciones profesionales, políticamente independientes del poder de turno y capaces de realizar prospecciones preventivas de alta fiabilidad.

En buena parte de Latinoamérica, los gobiernos son y han sido mayoritariamente reactivos; salvo algunas excepciones, en las que se ha estimado adecuadamente los escenarios económicos mundiales, regionales y nacionales, lo que les ha permitido —en más de una oportunidad—, salir bien parados de algunas crisis. Pero esa capacidad preventiva en materia económica, no se ha desarrollado en los demás aspectos de gobierno. La consecuencia ha sido una serie de hechos de diversa gravedad, que han explotado sorpresivamente en la cara de los sucesivos gobiernos.

El Perú necesita una agencia encargada de informar preventivamente, al presidente y sus ministros, sobre los escenarios que le puede tocar enfrentar en el corto, mediano y largo plazo. Ese es el trabajo que le corresponde hacer a la Dirección Nacional de Inteligencia. Las decisiones en el corto plazo y parte del mediano, son responsabilidad del presidente en ejercicio; el largo plazo será en gran medida responsabilidad de su sucesor. Por eso es indispensable repensar los objetivos de la DINI y adecuar su estructura a dichos objetivos, que trascienden los intereses políticos temporales del gobernante.

Durante la dictadura militar de 1968-1980, el trabajo de inteligencia se centró en dos campos: la inteligencia propiamente militar y el espionaje político. Esto ocasionó la comprensible desmantelación de los servicios de inteligencia por desconfianza. Y la ofensiva terrorista de Sendero Luminoso y el MRTA obligó a los sucesivos gobiernos a retomar interés en estos servicios, pero con un notable sesgo militar-policial, tanto en la recolección de información como en el análisis de la misma.

Durante el gobierno de Alberto Fujimori, de cara a la amenaza subversiva, se hipertrofió la capacidad de recolección de información, con una fuerte énfasis en el espionaje político. Esta tendencia volvió a potenciarse durante el gobierno de Humala, que concentró el uso de recursos en estas inconstitucional acciones.

La tarea de recolección de información corresponde a las direcciones de Inteligencia de los ministerios de Relaciones Exteriores e Interior; así como a algunas otras oficinas estatales, a los servicios de las tres fuerzas armadas y al Comando Conjunto. La DINI debe concentrarse en el análisis de la información obtenida de las fuentes citadas, además de las fuentes abiertas, para producir elementos que ayuden positivamente a la toma de decisiones del gobierno. Solo así se puede eliminar o mitigar los riesgos para la marcha pacífica y productiva del país.

Para ser útil al desarrollo democrático, pacífico y productivo del país, la estructura y funciones de la DINI, deben mantener una cierta continuidad y no seguir siendo una agencia que funcione exclusivamente al servicio del gobierno de turno. Si esto es entendido y el Ejecutivo realiza el cambio recomendado, y lo comunica fehacientemente a las demás fuerzas políticas que aspiran naturalmente a las sucesión electoral en la presidencia, habremos dado un paso importante en la construcción de un país más pacífico y más seguro, más productivo y respetuoso del individuo y de la ley.

Dardo López-Dolz