Dante Bobadilla

La dictadura caviar llega a su fin

Tras 17 años de funesta vigencia

La dictadura caviar llega a su fin
Dante Bobadilla
04 de enero del 2018

 

Lo mejor que puede ocurrirle al Perú este año es ver el final de la dictadura caviar, tras 17 años de funesta vigencia. El indulto de Fujimori ha abierto las compuertas para que se inicie la ola migratoria de la caviarada, abandonando la comodidad de sus cargos para meterse en sus trincheras de oposición. Eso puede ser el inicio del fin.

No pudo haber mejor manera de finalizar el año que ver a este contingente de indignados saliendo a protestar. Pero no contra la corrupción que ayudaron a llevar y mantener en el poder, sino contra el indulto a un ex presidente anciano y enfermo que ya purgó doce años de una condena infame y fraudulenta, urdida entre gallos y media noche incluso antes de su proceso, en un juicio que fue una farsa jurídica.

¿Pero qué cosa no fue una farsa durante esta nefasta época de nuestra historia? La dictadura caviar duró 17 años y es el periodo más largo e inmoral de nuestra historia, no solo por los montos robados, sino también por la descomposición política de nuestro país, en manos de una mafia corrupta que encumbró a saltimbanquis y trepadores de poca monta y baja estofa como Alejandro Toledo y Ollanta Humala.

En estos 17 años el antifujimorismo militante y fanático lo envileció todo, incluyendo a la prensa, cuyo nivel pasó de mediocre a paupérrimo. La calidad profesional, la verdad y la imparcialidad dejaron de ser relevantes. Bastaba con ser antifujimorista. El antifujimorismo se convirtió en la pose moral predilecta, el disfraz de todo defensor de la democracia y luchador contra la corrupción. Pulcros demócratas pedían la exclusión del fujimorismo y el veto de su candidata, aplaudiendo a los fascistas que marchaban por las calles insultándola. A eso nos degradamos como país.

Todo fue pervertido por la dictadura caviar. Apenas se hicieron del poder formaron su Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR), pero no para hallar la verdad ni reconciliar al país, sino todo lo contrario. Inventaron un relato para lavarle la cara a la izquierda y culpar de todo al Estado, las FF. AA. y a Fujimori. Enseguida iniciaron una feroz cacería, encarcelando y enjuiciando a militares que lucharon contra el terrorismo, en una cruzada en la que colaboraron diligentemente las oenegés de izquierda, herederas de la última fase del terrorismo: la batalla legal y la consolidación del frente ideológico camuflado como defensa de los DD. HH.

Asimismo, la dictadura caviar empezó la tarea de indultar terroristas y allanarse a la CIDH para volver a juzgarlos y rebajarles las penas, o pagarles jugosas reparaciones. Cualquier cosa era posible porque la caviarada del Minjus nunca se dignó defender al Estado. Luego vino la manipulación de la historia mediante el circo de la memoria, cuyo único periodo era la década de los noventa, los vladivideos y los supuestos “crímenes de Fujimori”, tras la fraudulenta sentencia en que le achacaron sin pruebas la autoría de las masacres de Barrios Altos y La Cantuta. La farsa perfecta.

Luego vino el operativo de adoctrinamiento social, tomando como base el informe de la CVR para ser enseñado en diversos cursos en universidades y escuelas, donde aún siguen enseñando docentes comprometidos con la ideología del marxismo ochentero. Los medios de izquierda se encargaron de repetir los mitos y mentiras una y otra vez hasta que la gente acabara creyéndolos. Mitos absurdos como el de las 45 maletas de oro con que fugó Fujimori, las 300,000 esterilizaciones forzadas o los US$ 6,000 millones robados, se repetían sin rubor como grandes verdades.

Es tiempo de ponerle fin a esa época de vergüenza y manipulación, de bajar de sus pedestales a los farsantes que posaron como dueños de la verdad y la moral con un solo discurso. De acabar con la dictadura caviar que solo nos ha traído un Estado infiltrado y corrupto, instituciones secuestradas, prensa paupérrima al servicio del activismo político, mermeleros encumbrados como conciencia moral, políticos mediocres, jóvenes engañados y una nación sin rumbo sumergida en el odio.

Es hora de reconstruir el país y sus instituciones. Esperemos que este Gobierno pueda reparar el timón y enderezar el rumbo.

 

Dante Bobadilla
04 de enero del 2018

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