Eduardo Zapata
La deserción en el aula
Alumnos que no se sienten motivados ni aprenden
Como está siendo un mal hábito en el Perú, nos estamos acostumbrando al casi, al logro parcial, a la insignificancia y a la mediocridad. Inclusive sin jerarquizar. Dado que celebramos “logros” fortuitos en el fútbol, porque “casi” ganamos, tanto como haber subido un puntito en la prueba mundial PISA, aunque sigamos ocupando los últimos lugares.
A pesar de que la llamada deserción escolar en el Perú alcanza prácticamente el 14% de estudiantes —bastante por encima de la media de América Latina, donde ya es significativa la deserción— preferimos celebrar triunfalistamente la cobertura escolar. De hecho allí las cifras dan para destapar el champagne, pues en promedio, y según la CAF, en 20 años se redujo en 48% el número de niños fuera de la educación primaria; y en secundaria —albricias, caviar para todo el mundo— la matrícula pasó de 59% a inicios de los noventa a 76% en el 2015.
Obviamente los amantes de los números y las estadísticas (y el dinero subyacente) publicitan con fervor los “logros”. Y con ello —y a pesar de su declarada preocupación por los pobres— ocultan a ese 14% de niños y jóvenes condenados a la marginalidad y a la desesperanza. Y ocultan también a aquellas niñas que abandonan la escuela por estar gestando o ser ya madres por primera vez.
Los supuestos avances y el fervor interesado abrieron las puertas a las llamadas innovaciones educativas para lograr la llamada calidad. Y entonces aparecieron las competencias y habilidades, las destrezas, los objetivos pedagógicos y didácticos, y hasta la gestión por resultados; y más que obvio, los enfoques de no importa qué. Que se fueron sumando uno tras otro. El asunto era tener un programa educativo aggiornado, aunque sus resultados fuesen estériles y supusiesen costosos préstamos que pagaremos con nuestros impuestos. Casi, casi —para algunos— “plata como cancha”. En fondo y forma.
Mientras tanto, otro fenómeno acaso más grave corroe nuestra educación: la deserción en aula. Los alumnos no se sienten motivados por la educación y sencillamente no aprenden. Es un claro indicador de ello que luego de 11 años de primaria y secundaria, aparte de la educación inicial, los estudiantes no sepan leer ni escribir cuando egresan de la escuela. Y todos sabemos que en una lengua extranjera se aprende a leer y escribir perfectamente en cuatro años. Y en un curso regular. ¿Se necesita más prueba que esta para admitir que estamos gastando y no invirtiendo en educación?
Sigan amaestrando alumnos para subir un puntito en la prueba PISA, sigan ofreciendo bonos de estímulo a los maestros para subir ese puntito, sigan propiciando que los maestros dejen de enseñar materias y dejar de ser maestros para convertirse en burócratas llenadores de formularios “pedagógicos”. Los jóvenes que egresen de nuestra escuelas, y por los cuales tanto se dice luchar, se lo ´agradecerán´ en su desesperanza.
COMENTARIOS