Jorge Varela
La conducción de Gabriel Boric
No tiene fuerza para usar la pala ni habilidad para excavar
No ha transcurrido un año de gobierno de Gabriel Boric y el balance que muestra su cuestionada gestión se caracteriza por una sorprendente acumulación de inepcias, desaciertos y errores que obedecen a factores de tal magnitud que es imposible dejarlos pasar. Una postura de apoyo explícito sería necedad y cobardía.
Tanta incertidumbre y desazón nos hace recordar la letra del tema “El conductor”, de Alberto Buitrago y Antonio José Bedoya, algunos de cuyos versos dicen: “¡ay qué le pasa, qué le pasa a mi camión!; ¡qué le pasa, qué le pasa, que no arranca!”. “¡Dime qué te pasa!, ¿qué te pasa hombre Gabriel?”. ¿Qué le pasa a tu gestión?
Aunque Mario Marcel, actual ministro de Hacienda, devenido por el peso de los acontecimientos en comentarista político-deportivo, sostenga que los goles gobiernistas son más que los autogoles. ¿Será tan cierta su temeraria afirmación? Veamos. Si fuera como dice este ministro socialista, ¿por qué las encuestas coinciden en señalar una gran disconformidad ciudadana con la gestión del Presidente?
Ineptitud en la gestión
A juicio del analista Patricio Navia, “Boric pasó a ser una causa de vergüenza nacional por los constantes errores no forzados, la ineptitud en la gestión y la incapacidad de hacer bien la pega. Después de un año en el poder es evidente que no tiene ni la fuerza para usar la pala ni la habilidad para comenzar a excavar”.
A pesar de su consigna de convertir a Chile en la tumba del neoliberalismo, “cualquier temor que hubiera podido existir sobre la potencial transformación que produciría en el país el gobierno de Boric ya se ha disipado” (Navia. “La unidad en la izquierda”, El Líbero.cl, 3 de febrero de 2023)
Incluso Carlos Ominami, exministro de Salvador Allende y partidario de Boric, ha reconocido que “estos once meses han sido muy duros”. Las complejidades propias de la gestión de gobierno y los resultados del plebiscito del 4-S mostraron la imposibilidad de tomar el cielo por asalto”. “De ahora en adelante, la gestión gubernamental debe ser impecable. Se acabó el tiempo de las improvisaciones y las desprolijidades. Después de haber ganado con grandes promesas no se puede gobernar con puras excusas” (“Nuevo comienzo”. La Tercera, 3 de febrero de 2023)
Propensión al “ingerencismo”
Su ‘ingerencismo’ desbocado en asuntos internacionales para los cuales se requiere algo más que voluntad es sin duda factor determinante de tanto desvarío y desacierto. ¿Será que ello es síntoma de un pretendido cambio cultural? Si a lo ya descrito se agrega que entre sus asesores hay un séquito de graduados que actúan ‘como pollos sin cabeza’, el cuadro está listo para ser expuesto en un museo. ¿De dónde proviene ese afán por darse vueltas en torno a sí mismo y morderse la cola?
Arrogancia generacional
Desde sus orígenes esta generación parida prematuramente se ha erigido en una comparsa de Catones y Savonarolas desarrapados para fustigar a quienes osen disputarle su pretendida superioridad.
Pero el tiempo se está encargando de dejarlos desnudos en la plaza y a falta de ropas que cubran las vergüenzas, su vía de escape sería asumir de una vez su gran responsabilidad política y moral.
Con razón el reconocido periodista Tomás Mosciatti ha dicho que esto no es un asunto político; es un asunto esencialmente moral. (comentario, radio Bío-Bío, 3 de febrero de 2023)
Para entender lo que ocurre
Lo que está en entredicho no es pues únicamente la capacidad de gobernar eficazmente. También hay otras perspectivas para comprender lo que ocurre en Chile.
Cuando un gobernante o caudillo carece de sensibilidad y aptitud para comprender los efectos reales que generan sus acciones, sus gestos y sus dichos en la vida de los gobernados, es válido cuestionar su comportamiento público, no solo desde un enfoque político, valórico y ético. Incluso es legítimo preguntarse: ¿qué piensa un líder?, ¿cómo funciona su mente?, ¿qué pasa dentro de su cerebro? Si padeciera alguna deficiencia psicótica o neurológica, ¿qué pulsiones u obsesiones prevalecen? Si la pasión sin control lo impulsara a cumplir sueños ideológicos, ¿es posible contener sus alucinaciones, excesos y desbordes? El ejemplo trágico de Hitler es uno entre varios.
Los casos de fanáticos, enajenados, intolerantes y hasta desequilibrados mentales con poder, no son pocos en la historia reciente de la humanidad. Suele confundírseles con populistas impetuosos, iluminados incapaces o corruptos. No faltan quienes los califican de autoritarios o de benefactores del pueblo. En estos registros oscuros aparecen personajes como Trujillo, Duvalier, Castro, Ortega, Chávez, Maduro, Ortega, Morales, Castillo, Bolsonaro, Stroessner, Perón, Kirchner, quienes conforman un heterogéneo plantel latinoamericano de falsos redentores que representan la personificación genuina del desastre en la región. Cómo quisiéramos que nunca hubiera nuevos gobernantes ingresando a este repudiado estamento y acabaran las pesadillas.
Nuestros países necesitan eficaces conductores y ejecutores; no más redentores que alucinan.
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