Paul Neira
LA BRECHA EDUCATIVA QUE NOS ESTÁ MATANDO (EL FUTURO)
¿Cómo vamos a enfrentar la cuarta revolución industrial?
Existe un vacío que crece a tasas más altas que el de la famosa “brecha de infraestructura” de la educación peruana. Y no solo en términos de miles de millones de soles que perdemos día a día, sino porque perder en un ladrillo o una bolsa de cemento es una cosa, pero perder una oportunidad en la vida de una persona es aún más costoso, porque nos cuesta a todos los peruanos.
En la declaración del “World Summit on the Information Society”, organizado por la UNESCO en el año 2013, dos cosas nos quedaron claras: en primer lugar, que la tecnología transforma las posibilidades de la humanidad; y en segundo lugar, que como sociedad no estamos desarrollando las competencias, “entenderes” y “comprenderes” en las personas para exprimirle el jugo a la tecnología. Sin estas competencias, se entiende, paulatinamente va a ser más difícil poder operar, vivir y ser felices en el futuro cercanísimo. Es lo que muchos investigadores llaman el digital divide.
La pregunta entonces es, qué hemos estado haciendo en el Perú —y en particular en nuestro sistema educativo, para ser más precisos— respecto a este enorme vacío que, si sigue así, “ojalá que Dios nos agarre confesados” decía mi abuela. Qué pasó entonces en los últimos, digamos, quince años de historia educativa “tecnológica” en nuestro sistema educativo.
Una breve historia de la nuestra digital divide: made in Perú
Todo comenzó en el año 2001, estrenando presidente. Él propuso a todos los peruanos que el suyo sería el gobierno de la educación. Venía de estar bien cerca de Silicon Valley, y algo se le pegó del tema de la educación y la tecnología. Así se estrenó el Plan Huascarán. Por aquella época el ministerio no era un edificio, sino una explanada bien grande. Y en medio, cerca de la entrada, había varias de esas antenas microondas, signo de la modernidad que iba a conectar digitalmente a todo el país. A pesar de ello, y con todo el esfuerzo que significó, en personas y recursos, no pudimos lograrlo. Ni la interconexión ni la generación de competencias tecnológicas (sí, ya desde esa época ya se incluía en el currículo).
Vino un nuevo gobierno en el 2006. La decisión tomada fue que, dado que la montaña no fue a Mahoma, entonces Mahoma tenía que ir a la montaña. La estrategia elegida fue llevar mini tablets (verde - blancas) a todos los salones de clase del país (al menos a una parte). Ello desembocó en una serie de problemas menores, producto del desprolijo manejo logístico y desconocimiento de un adminículo que no se conocía muy bien; y otros problemas más de fondo. Luego de sendos estudios externos se encontró que la estrategia no significaba mejoramiento en los resultados de aprendizaje de los estudiantes. Uno de los problemas identificados fue que no se tenía contenido para estos aparatos. Mientras eso sucedía, el Perú iba entrando a la velocidad de conectarse individualmente a la tecnología a través de soluciones sencillas como el celular.
Llegó un tercer gobierno del siglo XXI. Con una administración apegada a la evidencia científica y que tomó la decisión de retirar (solapadamente) las tablets entregadas antes. Inició una renovación del parque informático (pero de las oficinas del ministerio), entregando sin mucho concierto claro laptops y tablets. En paralelo se cambió la estructura de gestión del tema “tecnológico” en el Minedu. Sin embargo, no hubo nada realmente consistente y ordenado.
En conclusión, se nos pasaron los primeros quince años del siglo XXI, y en esa lista de pendientes seguíamos aún (bajo el avance y retroceso) en la lógica y tratamiento de mediados del siglo XX, cuando se hablaba de la televisión educativa.
La enorme pregunta que queda es cómo vamos a enfrentar la cuarta revolución industrial. ¿Qué posición va a tener el Perú en esta lucha brutal por contar con personas digitales que empujen la barrera de lo posible? A este ritmo celebraremos la proyección de el Banco Mundial que establece que de seguir en los avances de crecimiento en la prueba PISA el Perú alcanzaría al promedio de los países de la OECD en 24 años. Así es, en un cuarto de siglo. “Dios nos agarre confesados”.
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