La batalla del Perumin

El fracaso en la construcción del proyecto Tía María ha sido un mensaje nocivo para las inversiones mineras en el Perú. En este caso lo es aún más que en anteriores conflictos, porque los audios revelados de la reunión de Vizcarra con los gobernadores evidenciaron no solo una incapacidad en la prevención o gestión de conflictos sociales, sino también el total desinterés del Ejecutivo en sacar adelante el proyecto. Sin embargo, de lograr un grado relevante de activismo en los siguientes días, algunos movimientos sociales y sindicatos podrían tener un importante impacto al visibilizar esta incapacidad durante la segunda convención minera más grande del mundo: el Perumin, en Arequipa. 

La plataforma del Perumin es muy atractiva para lograr la atención de diversos actores hostiles a la minería. Prensa nacional e internacional cubrirán el evento, y estos actores intentarán llamar su atención. Las acciones realizadas vienen desde pequeños eventos partidarios, como el organizado con miembros de Nuevo Perú, Veronika Mendoza y José De Echave entre otros (“En Perumin se encerrarán a discutir sobre la vieja minería”); pasando por eventos medianos como la Cumbre de los Pueblos Afectados por la Minería, en los que se escucharán “testimonios de expositores y pobladores afectados por la minería” y a los que han invitado “a congresistas aliados que abiertamente han rechazado el proyecto Tía María, como Marco Arana, Indira Huilca, Horacio Zeballos, etc.”; hasta el más agresivo de todos: un paro macrorregional el 16 de septiembre, el mismo día de inicio de la convención minera. 

Elmer Cáceres Llica, gobernador de Arequipa y una de los voceros más representativos del conflicto, había sido invitado a hablar sobre la propuesta de la Nueva Ley de Minería, promovida por los gobernadores del sur. Probablemente algunos piensen que su participación, o la de Marco Arana (Carlos Gálvez, organizador del evento, anunció en una entrevista que le había enviado una invitación) podría servir para calmar los ánimos de los manifestantes, y que, dado que sus “líderes” participan en el evento, no sería atacado. Sin embargo, este conflicto minero probablemente está articulado sobre redes integradas policéntricas (o Spin), e inclusive si logran desmovilizar algunos componentes, esto no tendría que desmontar iniciativas conflictivas de otros a los que estos “líderes” no representan.

A pesar de las garantías de las autoridades locales y las Fuerzas Armadas, algunos líderes como Jorge del Carpio (representante del Comité de Solidaridad con el Valle del Tambo) han mostrado una gran hostilidad a que el evento se realice: “Esas compañías mineras quieren tener al pueblo de Arequipa como emblemático, y quieren hacerlo acá para respaldar a la empresa Southern Perú. Y nosotros como pueblo civilizado vamos a recibirlos con el paro macrorregional sur”. La advertencia emitida por Carlos Gálvez, de no volver a organizar un Perumin en Arequipa, en caso se den conflictos de rechazo al evento, puede ser muy efectiva para movilizar a la industria turística arequipeña. Pero impedir o dañar el evento seguiría siendo un triunfo para los sectores más radicales. 

El Perumin es una oportunidad para mostrar el Perú al sector minero global. Esto lo saben los organizadores del evento y las organizaciones hostiles a él. El conflicto en Arequipa (por Tía María) ya parece haber mostrado un efecto sobre la convocatoria. Norma Nakagawa, presidenta de la asociación de hoteles de Arequipa, afirmó que la reserva de camas ha sido menor que en ediciones anteriores. De perderse la batalla por el Perumin (que esperemos se limite a una de ideas y no sea una violenta) podría tener un fuerte impacto para el atractivo del sector para los inversionistas. Un impacto tan o más fuerte que haber perdido la batalla de Tía María.