Heriberto Bustos
La audacia del “cuarto poder”
Sectores de la prensa comprometidos con la corrupción
El término “cuarto poder” fue otorgado a la prensa por la enorme influencia que ejerce en la sociedad y opinión pública al manifestar sus opiniones, necesidades o intereses sobre diversos temas que, por ser tales, tienen peso en las decisiones que toman los gobernantes en colectividades democráticas. Sin embargo, en muchas sociedades, como la nuestra, los medios dejaron de expresar las ideas de la población, cambiando —a través de noticias tergiversadas— las percepciones sobre temas principalmente políticos de la mayoría de personas.
Lo señalado reviste importancia pues en los últimos años, y con mayor incidencia en la última década, sectores de la prensa comprometidos con intereses vinculados con la corrupción, premunidos de una brutal herramienta llamada engaño, penetraron en las mentes de muchos compatriotas, logrando seducirlos y atraerlos a ciertas posiciones ideológicas y personalistas, llenándolos de odio contra otros cuyo pensamiento era diferente. Ante tanto mal provocador, ciertos indicadores fueron emergiendo, evidenciándose la estrecha relación entre falacia y corrupción: los dueños de muchos medios de comunicación emparentados con el demonio, vale decir con Odebrecht, habrían dulcemente corrompido a sus empleados comprando conciencias o limitándolos al triste papel de lectores del engaño.
Estos actos ocurrieron en un escenario de paulatina confrontación y debilidad de los tres poderes que sostienen la democracia, dejando espacio y oportunidad para el asentamiento del denominado cuarto poder. Así se hicieron cargo de conducir al país tras las bambalinas, con la condescendencia y fragilidad del Ejecutivo, acompañado ciertamente del bullicio y aplauso de un grupo preñado de odio, congelado en los clichés de su pasado, autodenominado de izquierda, que sobrevivió a la caída del socialismo refugiándose en las denominadas organizaciones no gubernamentales (ONG) y que se constituyó, a su vez, en mente lúcida de sucesivos gobiernos.
Frente a la gravedad de los acontecimientos, y entendiendo que las acciones humanas negativas pueden modificarse, resulta oportuno, en primer término, recordar a los periodistas y comunicadores sociales que el ejercicio de la libertad de expresión se halla imbricado con normas deontológicas que rigen la actividades profesional, regulan el comportamiento, determinan obligaciones o deberes morales y, en cierta medida, las estrategias a seguir en la relación profesional con la comunidad. Y en segundo lugar, insinuar a quienes dicen asumir la representación de la población marginada, que se despojen de la mascareta de izquierda o, en su defecto, actúen como tales en el marco de la ética, que constituye parte sustantiva de su accionar y visión de futuro.
En estos momentos, la coyuntura política pareciera entrever, de un lado, la presencia del triunvirato prensa-Ejecutivo-izquierda caviar, reñido con la ética y defensa real de los intereses de la población, unidos en el objetivo de modificar a como dé lugar la Constitución. Ellos vienen ejecutando su plan de quebrar la institucionalidad democrática, presentando como salida el adelanto de elecciones; y de otro lado, la existencia —desorganizada aún— de grupos que marcan distancia con la manipulación de la información y la interpretación antojadiza de las encuestas, así como el desmantelamiento de la institucionalidad democrática, que apunta a la culminación del mandato constitucional del presidente.
La correlación de fuerzas ha llegado a un punto en el que la expectativa de lograr salidas consensuadas, dentro del marco de respeto del Estado de derecho por un camino de fortalecimiento de la democracia y defensa de la Constitución, resulta posible. Por lo tanto, es momento de superar posiciones obsesivas y pensar el en país.
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