Neptalí Carpio
Keiko y el demonio del balotaje
En cinco años Keiko ha construido la primera fuerza política del país
El analista político argentino Carlos Pagni señala que la institución de la segunda vuelta electoral en el mundo no es un método inocente y “resulta atractiva en las sociedades que creen cobijar algún demonio”. Se trata de un mecanismo destinado no tanto a promover, sino para impedir que gane alguien. Por eso fascinó a los franceses, cuando temían un gobierno comunista. La regla es que todos voten contra el mal mayor; y cuando no existe ese demonio, debe ser creado. Cada candidato debe estigmatizar a su rival. Como se sabe, en los tiempos modernos el balotaje se impuso en Francia, en la década del cincuenta del siglo pasado, pero su origen es más remoto.
En la reciente segunda vuelta electoral en el Perú, para una mitad del imaginario popular ese demonio rondó en las filas fujimorismo, fuerza que, paradójicamente, institucionalizó la segunda vuelta en la Constitución de 1993, aunque ésta ya existía desde la Constitución de 1979. Si aquella institución hubiera sido derogada la historia del Perú y del destino fujimorista sería diferente. El problema es que otra vez existieron indicios para que la mitad del país haya creído en la existencia de ese demonio al que se refiere el analista político Pagni. Keiko hizo un gran esfuerzo, durante cinco años, para construir la primera fuerza política —nada menos que con 73 parlamentarios electos— y realizar una excelente campaña durante la primera vuelta electoral, pero cometió el error, en la segunda vuelta electoral, de no matar el lado oscuro en su entorno. Entonces, fue derrotada por una coalición de minorías lideradas por PPK.
“Tanto nadar para morir en la orilla”, dirían algunos. Keiko tenía todo para ganar, pero cometió el grave error estratégico de cobijar en su entorno a sectores no solo ligados al narcotráfico y lavado de activos, sino a métodos y personajes que recuerdan las épocas oscuras del gobierno de su padre de los años noventa. Entonces poco a poco fue creciendo el fantasma que dio lugar a la marcha del 31 de mayo, una de las manifestaciones más grandes de las últimas décadas. Ella tomó una acertada decisión cuando bloqueó la posibilidad que algunos parlamentarios de la guardia vieja, de las épocas de Cambio 90, postulen a la reelección; pero le faltó completar la faena con un entorno nuevo, honesto y sin ninguna mancha del pasado.
¿Tiene futuro Keiko Fujimori mirando el horizonte del 2021? No cabe duda de que sí, aunque muchos dicen que es pedirle peras al olmo. Se equivocan quienes creen ver en Kenji Fujimori, su hermano, menor una alternativa. Keiko, de lejos, es la mejor opción, con la condición de culminar un proceso de renovación de Fuerza Popular, extirpando cualquier residuo que mezcle su imagen con el pasado y consolidando una imagen de estadista.
Además de la condición anterior, la actual lideresa de Fuerza Popular requiere cuando menos cumplir con tres requisitos fundamentales para mantener y consolidar el espacio político de una indiscutible primera fuerza política, para obtener una gran mayoría el año 2021 y superar el maleficio del balotaje. En primer lugar, debe mostrar indiscutibles credenciales democráticas, promoviendo la gobernabilidad de la administración de PPK, con una inteligente fuerza de oposición democrática constructiva. Si opta por una actitud obstruccionista irracional, seguirá retroalimentando aquel antifujimorismo que es precisamente la causa de su reciente derrota.
En segundo lugar, desde la mayoría parlamentaria en el Congreso, debe liderar la ansiada reforma política, la agenda anticorrupción y los mecanismos institucionales que reviertan el avance del narcotráfico. Pero, además, deben ser el sostén de los cambios legislativos que se requieren para el repunte de la economía, apoyando las iniciativas que promueva PPK desde el Poder Ejecutivo, sin renunciar a la necesaria acción fiscalizadora.
Finalmente, Keiko debe liderar un cambio en la actual cultura de crecimiento partidario, que se sostiene básicamente en una lógica clientelar y populista, sobre la cual actuarían sectores con una alta influencia económica, de dudosa procedencia. Se requiere construir un partido realmente democrático y moderno, con una nueva cantera de cuadros, técnicos y lideres juveniles. De no mediar aquellos cambios, otra vez en el año 2021 morderá el polvo de la derrota, con nuevos demonios en el escenario.
Neptalí Carpio
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