Nicolas Nadramia

Julio Ramón Ribeyro: 90 años después

Uno de los mayores escritores peruanos del siglo XX

Julio Ramón Ribeyro: 90 años después
Nicolas Nadramia
29 de agosto del 2019

 

Coleccionista de cuentos que fueron leídos desde sexto de primaria hasta la vejez. Un cigarrillo siempre presente en los labios y las manos en la máquina de escribir para relatar cómo fue la aventura nocturna de Arístides, las pésimas condiciones en las que vivían Efraín y Enrique (para que su abuelo pueda darle de comer a su cerdo) o la frustrada experiencia de Matías como Profesor Suplente. Su pasión narrativa lo llevó hasta Madrid a estudiar periodismo y su fanatismo por Universitario de Deportes lo hizo hablar del club en sus obras literarias. A pesar de que Julio Ramón Ribeyro ya no está con nosotros físicamente, sigue en las aulas escolares y principales librerías del país. 

Nace en Lima en el seno de una familia de clase media. Fue en su adolescencia que quedaron marcados dos aspectos de su vida: La muerte de su padre a causa de tuberculosis y su introducción al cigarrillo. (…) me sentí tan mal que estuve vomitando toda la tarde y me juré no repetir la experiencia (…) aclaró en su obra Solo Para Fumadores años más tarde. Pasó todo lo que los fumadores hoy en día experimentamos cuando probamos el cigarrillo: del amor al odio hay un solo paso, y viceversa (también suele ser así). 

Fue recién en 1953, cuando ganó un concurso de cuentos, el momento que empezaría su travesía por el mundo literario moviéndose a Madrid, mientras que en nuestro país se vivía en plena dictadura de Manuel Odría y la sociedad limeña experimentaba una masiva migración del campo a la ciudad, que causó la creación de barrios como El Agustino, Villa El Salvador o Quilca y la masificación de la cultura “chicha”. Un momento histórico en el que escritores como Vargas Llosa o Enrique Congrains conformaron la brillante generación del 50, siempre hablando del contexto social en sus obras, cosa que también hace Julio Ramón.

Su estadía en Europa sería llena de contrastes: luego de una breve estadía en La Sorbona volvió al Perú para ser profesor en Ayacucho, y en 1960 vuelve a París (Francia), lugar donde se dedicó a la creación literaria a la par que se desempeñaba como traductor y redactor en France Presse. Finalmente trabajó en la UNESCO desde 1972, desenvolviéndose como embajador peruano durante la dictadura militar en nuestro país. En ese mismo momento se lanzó el primer tomo de La palabra del mudo, conjunto de cuentos que reunía toda su narrativa breve y llegando a tener tres partes hasta la fecha de su muerte. Aun así, Alfredo Bryce Echenique, colega y amigo personal del escritor, afirmaba que no veía a Ribeyro como escritor, cuentista o literato, sino como un simple amigo que tenía a la literatura como una especie de “escape”, a pesar de que siempre fue admirador de su trabajo. 

“Un escritor siempre debe sentirse algo insatisfecho”, dijo en su última entrevista, otorgada en 1994. Argumentando que de esa manera no pararía de escribir, ya que luego de encontrar la obra maestra no habría motivo de seguir escribiendo. Claro está que hoy no se podría decir cuál sería esa obra maestra que lo dejaría satisfecho, ya que unos consideran a “Prosas apátridas” como la mejor, como en el caso de Alonso Cueto; mientras que otros aficionados tienen a La palabra del mudo como su colección más conocida y mejor. En ese mismo año Ribeyro había ganado el premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo, y ya sabía del cáncer que desarrolló a causa de su amor incondicional por el tabaco. Una enfermedad que apagó su vida el 4 de diciembre de ese año, dejando su legado en las escuelas, universidades y principales bibliotecas del país.

 

Nicolas Nadramia
29 de agosto del 2019

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