Juan Sheput
José Matos Mar o el Amauta
Remembranzas y reflexiones a propósito de su sensible partida.
Barranca del Muerto cruce con Revolución, por Insurgentes Sur. Si visitabas México no podías dejar de ver a Pepe Matos Mar en su mítica casita de Barranca del Muerto, al final de la larguísima calle Insurgentes. En ella, siempre afable y sonriente, se dio tiempo para recibir a compatriotas, conversar sobre nuestro país, dar consejos, ser siempre afable. Su tema siempre fue el Perú. Su pasión hacernos entender que era una nación por construir.
Me es difícil entender cómo en el Perú las argollas y los infantiles resentimientos pueden hacernos desperdiciar a un valiosísimo capital humano. Sucede en las universidades que se sienten las mejores cuando no son otra cosa que un poco distintas a sus pares de las ligas menores. Sucede en los institutos. Es típico de nuestro país.
A pesar de trabajar en la misma institución, la Universidad Ricardo Palma, con Pepe nos veíamos poco últimamente. Viajes y obligaciones nos alejaron. Más me enteraba de él cuando de visita en otra de nuestras pasiones, El Suizo de la Herradura, Carmen, maravillosa y gentil anfitriona y propietaria del legendario restaurant, me contaba que había estado por allí. O de lo contrario porque otro gran amigo común, Jorge Nieto Montesinos, nos ponía al día de la dinámica y planes de Pepe Matos Mar. Porque así era él, siempre apuradito, con planes y consejos.
Rememorando una sugerencia que alguna vez me dio otro amigo, Hugo Neira, fuimos en alguna oportunidad a Jicamarca y otra, más especial, a Huacho. De este último paseo me impresionó cómo, a pesar de haberse alejado del país por décadas, aún lo recordaban en los viejos restaurantes al pie de la carretera donde venden un extraordinario pan con chicharrón. Es que Pepe pasó largas temporadas estudiando los valles de Chancay, Huaral y Huacho. Y sus estudios siempre terminaban en propuestas.
Pepe Matos fue un maestro, de esos que no necesitan del power point para perder la ilación. Era de apuntes y fichas, de libros y ensayos, de cuadernos y hojas sueltas, de teorías y anécdotas. Me cupo el honor de ser uno de los que escribió los comentarios de una de las ediciones de su clásico “Desborde popular y crisis del Estado: 20 años después”, en una hermosa edición del Congreso de la República, el año 2004.
Una linda foto de Pepe, junto a un joven presidente Alan García, sobre el puente Zarumilla en Tumbes si no me equivoco, refleja lo que era José Matos Mar: siempre aconsejando, con el carácter del docente que no se cansa de plantear y sembrar ideas en quienes lo escuchan. Como dice mi gran amigo Víctor Andrés Ponce, así también es Hugo Neira, quien siempre tiene tiempo para una tertulia, para un café, para hacer docencia. Nos vamos quedando sin los grandes, hay que cuidar a los que tenemos dice Víctor Andrés y vaya que tiene razón.
No tengo ninguna duda que José Matos Mar será como el Cid Campeador de nuestra antropología: Con cada lectura o reedición de sus libros, seguirá ganando batallas aún después de muerto.
Por Juan Sheput
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