Hugo Neira
Jorge Nieto, algo más que un ministro
El brillante CV del actual ministro de Cultura
En el curso de este viaje por Europa tuvimos noticias diversas. Una, terrible, en Turquía, purgas y 10,000 detenciones que el presidente Tayyip Erdogan lleva a cabo. Entre los detenidos, colegas que no llegaron a nuestro congreso de ciencias políticas1. La otra noticia fue más bien grata: Jorge Nieto ya será ministro de cultura cuando se publique este texto. Me parece un gesto político muy importante por las diversas razones que a continuación expongo.
Nieto y el que esto escribe nos conocimos, aunque pasajeramente. Sin embargo, hubo algo que yo no puedo olvidar. Eran los años del velasquismo y Nieto militaba en uno de los tantos partidos de izquierda, para los cuales la “aplanadora” del Sinamos era un dolor de cabeza. Nos dijeron de todo, de fascistas para abajo. Pero Nieto, a Carlos Franco, a Francisco Guerra García, a Carlos Delgado y a Béjar, nos trató de ser parte de un “reformismo militar”. No estaba del todo mal para el clima de ese momento. Otro que nos trató de reformistas fue Ricardo Letts. Los más feroces opositores eran unos ultras, que con el tiempo formarían Sendero Luminoso. Años después, en una de mis tantas visitas a México, lo volví a encontrar. Y de ahí hacia delante, amigos.
En cuanto a su perfil —es decir, que es sociólogo, doctorados, etc.— lo ha hecho a tiempo Enrique Planas. Solo quiero añadir qué significa en la vida de un peruano la experiencia mexicana. Y eso, me parece, un tema central. Nieto no ha sido el único peruano en vivir en México. Tomo en cuenta a Rafael Roncagliolo, a Osmar Gonzales y su doctorado en el Colegio de México. Y a Hugo Garavito. Nieto y Garavito puede que sean los peruanos que más tiempo recibieron las lecciones prácticas de la vida política de México. En ambos me ha asombrado siempre su tino y la finura del análisis de situación. Y disposiciones para lo que Pareto llamaba “el arte de las combinaciones”. En ese sentido, México es el Vaticano de la cultura política latinoamericana. Cuando se entiende qué pasa en los Pinos, el nombre corriente que dan los mexicanos a la residencia presidencial, se entiende todo el resto.
Ministro de Cultura, era de esperar. Ha vivido en un México donde la cultura no es la última rueda del coche como en nuestro descuidado país, sino la pieza clave. Formación de la conciencia nacional, servicio público —como, por ejemplo, el mejor museo antropológico del planeta—, gasto en educación e instituciones que no podemos ni imaginar. ¿Sabe usted, amable lector, que tienen unos “investigadores nacionales”, para que investiguen y escriban de por vida? ¡Y ese Colegio de México! Y muchas otras instituciones y recursos que los mexicanos gozan porque el Estado y su clase política son cultos. Aman y protegen a sus intelectuales. Octavio Paz vivió en México. Mario Vargas Llosa tuvo que irse a los veintitantos años. Igual Julio Ortega, Oviedo, tantos…
Pero en el intitulado digo que Nieto es algo más. En un gabinete en que predominan los expertos, puede que contribuya en puntos precisos. Por ejemplo, la cuestión de la regionalización, ese actual pantano. Jorge Nieto conoce cómo funciona un país vasto y complejo como el mexicano, siendo federal. Cuando quieran discutir sobre la lucha contra la corrupción, Nieto podrá explicar algo que se desconoce de México, las instituciones instaladas para detectar con la más avanzada informática el movimiento de capitales delictivos. Andan varios pasos por delante nuestro.
En suma, el presidente —y el país— gana al tener consigo una cabeza política. Y una que se ha nutrido de realidades aun más enmarañadas que las nuestras. Estoy diciendo entonces que no solo hará una gestión ministerial, sino que el sociólogo Nieto y consultor de presidentes centroamericanos puede levantar una arquitectura de partido político que por el momento el electo mandatario Pedro Pablo Kuczynski no tiene. O sea, ese jale de alguien que piensa en qué es hacer política, plantea problemas tanto a Verónika Mendoza como a Keiko Fujimori. Ya ha dicho Nieto que no le veía futuro al Frente Amplio. ¡Menos ahora! El nuevo ministro tiene cualidades que la izquierda no pudo hasta ahora reunir en una sola persona.
En fin, voy a hacer una apuesta pública con el flamante ministro. Aquí me callo, pero pongo unas líneas en una carta que sellaré solo para abrirla hacia el 2019. Y daré la carta a guardar, por ejemplo, a Max Hernández. Y al lector curioso, que espero sepa el ajedrez, le sugiero algo. Nieto ha comenzado una larga partida con la apertura llamada Nimzoindia, estrategia de mover apenas un peón, luego un caballo. No digo más. Esa cabeza despejada al lado de ese presidente es un tablero que todos miraremos, de lo más interesante. Hasta hace unos días, Palacio era una desolada comisaría.
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Hugo Neira