Eduardo Zapata
Guerrilla semiológica
Una buena respuesta al autoritarismo
Ocurrió en 1947. Cuando Cyril Radcliffe –por encargo del Imperio Británico y sin conocer la India– trazó una línea divisoria sobre el territorio perteneciente a la India a fin de crear el Estado de Pakistán. Cinco meses había demorado su equipo técnico en elaborar el trazo desde sus escritorios. Pero la ausencia de vínculo entre ley o norma y realidad trajo consigo la división de pueblos enteros y aun de propiedades familiares, generándose una tremenda violencia religiosa.
Se calcula que un millón de personas perdieron la vida por la arbitrariedad de la norma; por su trazado ignorante de la realidad. Doce millones de personas abarrotaron trenes signados por la violencia para trasladarse a sus nuevas locaciones. Y toda esa violencia fue generada por la arbitrariedad. Así lo reconoció posteriormente W.H. Auden, refiriéndose a la labor de Radcliffe: “Al menos era imparcial cuando llegó a su misión ya que nunca había visto esa tierra antes de hacer su partición”.
Ocurre con frecuencia con las leyes o su interpretación. Desvinculadas de la realidad o ignorándola suelen generar más caos que concordia, más violencia que paz civilizada. Es claro que cuando la arbitrariedad encuentra un aliado en los medios de comunicación o industria mediática en general, es factible crear un estado de narcosis transitoria en la gente, una aceptación pasiva. Pero cuando esa arbitrariedad nace –en un Estado moderno– del irrespeto por el principio de separación de poderes y entonces del totalitarismo las consecuencias están ya anticipadas por la historia.
Al referirse al poder de la industria mediática puesta al servicio de la arbitrariedad ciertamente Umberto Eco admite que: “Hoy un país pertenece a quien controla los medios”. Aun cuando se haya quebrado el principio de separación de poderes. Pero es el mismo Eco quien nos advierte que “Cuando triunfan los medios de masas, el hombre muere”.
Frente a una realidad así, que podemos constatar en las horas nuestra de cada día, Umberto Eco proponía en su libro La estrategia de la ilusión el concepto de guerrilla semiológica. Una propuesta contra la narcosis a la que hemos hecho alusión y que significaría la reintroducción de una dimensión crítica ante la recepción pasiva. La reapropiación de símbolos y conceptos que nos han sido enajenados al tergiversárseles. Ello significa aprovechar todos y cada uno de los espacios cedidos por el Poder e incluso, ante la censura disfrazada de fake news en la que vivimos, pensar en formas no industriales de comunicación. Marchas, mítines, teatro popular, canciones y –fundamentalmente– activar la creatividad para socavar el poder de la voz única.
Cuando la democracia, los derechos y las libertades están secuestrados por el monopolio del Poder es más que indispensable emprender una guerrilla semiológica. Para poder decir “Hágase nuestra voluntad, no la tuya”.
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