Martin Santivañez
Favre, autor intelectual
Asesores, mercenarios y política
La política es sinónimo de responsabilidad personal. El que interviene en política establece un entorno de responsabilidad que se manifiesta en declaraciones y hechos concretos. La responsabilidad se asemeja a los senderos recorridos en la vida: uno puede rectificarlos, corregirlos, enmendarlos, pero no decir que por ciertas calles oscuras nunca se transitó.
Esta responsabilidad personal que genera consecuencias es, por tanto, mutable, y en política la virtud consiste, precisamente, en eliminar el vicio de las utopías y construir con realismo aquello que de verdad es posible. Ese es el rol de los políticos, construir lo posible, y también el de sus asesores. Lo posible en función al bien común. Los consejeros, los verdaderos consejeros que actúan con autoridad (auctoritas) tienen como deber esencial rectificar las decisiones del poder, encauzar la potestas, evitar el declive moral y corregir los errores cuando estos se presentan de manera voluntaria o instintiva.
Siendo así, el asesor que te conduce al poder o te ayuda a conservar el poder sin importar el resultado puede dominar la técnica de una elección o el arte de sobrevivir sin gloria pero si el asesorado resulta una ilustre nulidad entonces la consecuencia real es que el asesor de los mediocres deja una bomba de tiempo a todo un país. Asesores de este tipo, sujetos amorales que cogen del brazo a políticos deleznables y los suben al caballo del gobierno no solo condenan a sus asesorados a la esterilidad. También comprometen la estabilidad de toda la República y hunden a toda la población. Justos pagan por pecadores.
Favre pertenece a esta gens perversa de auténticos depredadores políticos que no buscan el bien común sino el provecho personal disfrazado de sectarismo partidista. De allí que todos sus asesorados compartan las siguientes características: precariedad en el proyecto, patetismo en las ideas y perversidad en el método. Contemplen las creaciones de Favre, admiren la obra cierta de sus Golems particulares. Por un lado, la pareja gubernamental, NALLANTA, un matrimonio de frivolidad y de soberbia que ha hecho perder al Perú cinco preciosos años. Los Humala por sí solos no hubiesen llegado al gobierno por su incapacidad manifiesta, pero el dinero sucio de Brasil y la intervención de Felipe Wermus fueron determinantes para su triunfo. Así, el primer paquete de Favre nos ha costado un lustro perdido. El primer paquete a todos nos perdió.
Luego llegó la inefable Villarán. Cuando el sentido común indicaba que lo mejor era cortar por lo sano y revocarla sin miramientos, Favre fue uno de los artífices de su permanencia, convenciendo a mercenarios e ingenuos de plegarse a su defensa. Lo demás es historia trágica. Salvar a Villarán fue lo mismo que condenar a Lima. Amigos: el segundo paquete de Favre destruyó a la capital.
Ahora, el titiritero de nuestros males, el autor intelectual (uno de ellos) de cinco años de mediocridad imbatible y de una Lima abatida, saca de su chistera macabra a un nuevo engendro: Mammón, el destructor. Gracias, camarada Favre, tu ambición es nuestro retroceso. Tus paquetes y estrategias terminan en el gatillazo. La esterilidad gubernamental es el destino final de tus esfuerzos. Eres un Farinelli de la política. Así, este tercer producto tuyo aspira a prostituir al Perú. ¡No nos ayudes, compadre!
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