Evaluar para avanzar

No cabe duda de que toda evaluación es importante, en tanto posibilita precisar el cumplimiento o no de los objetivos y metas trazadas en una determinada actividad. En términos educativos su importancia adquiere mayor dimensión, pues proporciona datos sobre los avances en torno a la mejora de la calidad; en ese entorno los resultados académicos estudiantiles guardan estrecha relación con el rol que cumplen no solo los docentes, sino los directivos, pues son ellos los que obstaculizan o favorecen el logro de las metas institucionales.

Resulta por tanto acertado, en términos de gestión, observar qué viene ocurriendo al interior de las instituciones educativas en relación al accionar de sus directivos. Por ello resulta saludable que el Ministerio de Educación, teniendo como propósito cumplir con lo dispuesto en el artículo 33 de la Ley Nº 29944 (Ley de Reforma Magisterial), se haya propuesto comprobar la eficacia y eficiencia de los docentes en el ejercicio de dichos cargos.

Del conjunto de dimensiones medidas, fueron tres las que en realidad determinaron la permanencia o no en sus cargos: clima institucional, matrícula y recursos financieros. En cuanto al clima institucional, se auscultaron las opiniones de los docentes, padres de familia y estudiantes, acompañados de algunas observaciones físicas. Referente a la matrícula, especial atención tuvo el comportamiento directivo en cuanto a garantizar la gratuidad de la enseñanza, cobertura de la matrícula, infraestructura adecuada, docentes completos, entre otros. Y en cuanto a los ingresos que genera la institución, si son utilizados en el marco de la normatividad para garantizar la calidad de los aprendizajes.

De las tres dimensiones mencionadas, el clima institucional fue determinante. Y los responsables de la evaluación —mediante instrumentos aplicados a los docentes, estudiantes y padres de familia— tuvieron que inferir la esencia de esta dimensión. De modo que los resultados tuvieron una alta carga de subjetividad, pues estuvieron relacionados con percepciones que los actores señalados tienen sobre el ambiente institucional, las relaciones interpersonales y las regulaciones existentes en ella. No resulta extraño que los directivos responsables fueran desaprobados.

Cierto es que procesos de esta naturaleza pasan por periodos de prueba. En esta ocasión los directores y subdirectores fueron “conejillos de indias”, al ser evaluados en función de opiniones de los docentes, muchos de los cuales actúan con irresponsabilidad, incumpliendo con sus deberes, resistiéndose a los cambios y actuando grupalmente en contra del accionar de directivos que tratan de llevar adelante la institución. Y también con opiniones de padres de familia que, por lo general, no tienen una relación comprometida con la institución. Y en cuanto a los estudiantes, no descartamos que pueden ser inducidos.

Resulta evidente la necesidad de corregir algunas deficiencias. Sobre todo cuando en el clima institucional el comportamiento de las personas está directamente relacionado. Por ello proponemos, por ejemplo, que las observaciones y recojo de información pasen por varios periodos, de modo que pueda corroborarse su validez, así como atender con mayor seriedad los aspectos estructurales que inciden en el funcionamiento armonioso de la institución.

Si bien toda evaluación es subjetiva, hagamos los esfuerzos para hacerla más objetiva, entendiendo que tendrá mayor sentido si en su aplicación participan profesionales calificados en ese rubro, y busquemos superar las deficiencias en cuanto a la gestión escolar. No se trata solo de cumplir con lo que manda la ley, sino sobre todo hacerlo bien, asumiendo la importancia de evaluar para avanzar.