Carlos Adrianzén
¿Estamos enrumbados?
Hacia el estilo de gobierno previo a los noventa
Hace pocos años, nuestro país fue considerado un ejemplo global de marcado éxito económico. No solo superó un longevo proceso hiperinflacionario, el alto crecimiento de su comercio exterior e inversión privada explicaron la duplicación (en dólares constantes del 2010) de su producto por persona entre 1990 y 2018. Así, por el impulso de privados 7.4 millones de peruanos superaron la condición de pobres entre el 2001 y el 2018. Como veremos más adelante, la recuperación aludida (así como el declive previo) no vinieron del exterior. En ambos casos el Cambio de Rumbo –parafraseando el título del libro más difundido del difunto Carlos Boloña Behr- provino del ajuste drástico de la perspectiva de la política económica local.
Hoy que los peruanos caminamos ya sobre una fase de ya sostenido declive económico, muchos se están preguntando qué nos está pasando. Acaso ¿no habíamos aprendido? ¿No teníamos acaso un modelo económico que funcionaba?; ¿uno qué ofertaba frutos tangibles (i.e.: reducción de la pobreza, estabilidad inflacionaria y financiera, creaba empleos y permitía el resurgimiento de la clase media)? y que estaba fundamentado en el llamado Régimen Económico de la Constitución Política. Tan claro parecía todo esto, que los candidatos de la izquierda-mercantilista —los limeños y los violentistas— eran repudiados sistemáticamente en todas las elecciones generales.
El caso de la ajustadísima llegada del comandante Carlos; perdón, del comandante Ollanta Humala a la presidencia del país resultó sugestivo. Con él los peruanos sufrimos los efectos nocivos iniciales de un gobierno de izquierda mercantilista. Según propia declaración, a él no le servía el crecimiento económico. Sí la menor reducción de la pobreza y —por supuesto— le interesaba deprimir la inversión privada para consolidar una base política basada elevar la frustración.
Recordemos las cifras, Humala no solamente redujo a su tercera parte el crecimiento económico heredado de su predecesor (el difunto Alan García Pérez), sino que contrajo severamente el ritmo promedio de reducción anual de la incidencia de pobreza (desde 3% con García al 1% con Humala); y también el de su correlato (los flujos promedio de inversión privada en dólares americanos). Desde un crecimiento anual de 15% con García Pérez hasta un 2% con Humala Tasso. Solo para inquietar a cualquier simpatizante humalista les recordaré también que los precios externos no explicaron esta discreta debacle. El promedio de precios de exportación recibido por Humala resultó significativamente (8%) más alto que el recibido por su predecesor.
Llegados a este punto es menester puntualizar dos cosas. La primera implica reconocer que la izquierda-mercantilista consolidada (hoy por el control cubano) tiene un nombre asentado en Latinoamérica: chavismo. Un estilo político servil, totalitario y corrupto que deja al país a merced del narcotráfico y el terrorismo global.
La segunda es igual de relevante. Implica recordar que no somos vírgenes en este terreno. Que, como sociedad con índices educativos deplorables, somos y hemos sido vulnerables a sus cantos de sirena de estos grupos. En nuestro país, tanto la hedionda dictadura militar de 1968 y su Constitución Política (la espuria carta de 1979) cuanto el gobierno de la Alianza APRA-Izquierda Unida entre 1985 y 1990 caminaron entusiastamente con las ideas del socialismo mercantilista. Aplicaron —con un sonoro pero efímero apoyo popular— la receta de las expropiaciones, el impuesto inflacionario, los cambios múltiples, las barreras comerciales, los controles de precios y capitales, las empresas públicas, las regulaciones masivas, sus cimas de corrupción burocrática y ligazón con el narcotráfico. Eso sí, en Venezuela la dictadura cubana —con el apoyo chino, ruso e iraní— rompió todos los registros.
A continuación, estimados lectores, los invito a revisar la implacable data económica nacional. Y a compartir en ella una observación meridiana. Si abandonamos las tediosas revisiones sobre lo que le pasó a tal o cual variable este mes o año, los instigo a medir tendencias de largo plazo sobre qué tanto ha cambiado el ritmo de crecimiento económico de la economía peruana en las últimas décadas. Aquí una primera observación nos confirma que los efectos económicos del velascato (y los gobiernos regidos por el nefasto Régimen Económico de su Constitución) fueron desastrosos.
Y esta observación contrasta que fue una desgracia longeva, resiliente y —por momentos aunque cada vez menor— ilusa o popular. Si, las ideas socialistas, totalitarias y mercantilistas resultaron cíclicamente populares y sellaron, como secuela de la corrupta dictadura militar, el segundo gobierno de Belaúnde y el Primero de García. Eso sí, dejándonos a inicios de 1990 rodeados por el ala violentista de la izquierda local (Sendero Luminoso y el MRTA) y postrados en un infierno hiperinflacionario y una población que subsistía dolorosamente bajo estándares de vida virtualmente africanos.
Aquí, la parte bonita del gráfico —la recuperación 1991-2011— no ocupará mayor espacio en estas líneas. Cualquier Economista no ideologizado sabe que la apertura, el dinero estable y los mercados libres mantenidos establemente generan progreso. Y que el retroceso de las libertades y desmantelamiento de las instituciones que las garantizan genera socialismo mercantilista o chavismo. Primero, enfrían la economía (ver la fase Humalista-Vizcarrista del primer gráfico) y luego estanca sus pretensiones de algún desarrollo económico y consolida su totalitarismo. Esto, tal como lo muestra la estancada evolución del índice de desarrollo económico nacional —el ratio e Illarionov— en la segunda observación gráfica.
La tercera observación de estas líneas sería solo accesoria. Nos recuerda —si además comparamos este gráfico con los dos anteriores— que los precios externos resultan mucho menos relevantes de los que la izquierda local nos ha hecho creer. Resulta farsante sostener que si los precios externos se hunden nosotros nos hundimos necesariamente. Algo tan embaucador como asumir que un auge de precios externos (o las rentas asociados a recursos naturales) lo arregla(n) todo.
Nuestra historia económica y la evidencia global nos enseñan que solo cuando existe libertad económica y política y la inversión privada puede explotar mejorando los indicadores sociales, los términos de intercambio juegan un rol de catalizador de un crecimiento económico alto y sostenido. Lo otro, solamente implica borracheras fiscales y su paralelo: auges de la corrupción burocrática. La observación fría de la evolución del ratio de los precios externos de los productos que comerciamos —en el velascato, en las reformas noventeras o en la actualidad— nos libra de la tarea de romperles la arraigada creencia.
Es con esta base que los invito a responder la pregunta que titula estas líneas. Y sí, la respuesta es afirmativa. Hoy parecemos estar enrumbados. Luce arduo volver a cambiar de rumbo. Nuestros últimos tres gobiernos elegidos con plata del chavismo (Humala, PPK asediado y Vizcarra), de la mano con una izquierda local (medularmente incapaz de ganar elecciones pero hábil para infiltrar sus ideas y colaboradores), nos han vuelto a enrumbar hacia el estilo de gobierno previo al cambio de rumbo promercado liderado por Carlos Boloña y cinco más.
Todo parece indicar que aún no aprendimos. Que gobiernos elegidos accidentadamente quieren transitar, primero hacia un chavismo tibio (empobrecedor) y luego, consolidarse en un socialismo narco-totalitario. Que hoy, lo queramos aceptar o no, quienes nos gobiernan se han llenado de colaboradores serviles —y de mecanismos de polarización a través del control de los medios— que justifican el camino al fracaso (léase: el quiebre de las libertades políticas y económicas en el Perú) con el usual entusiasmo latinoamericano. Muchos de ellos son ignorantes de lo que están apoyando como muchos otros vergonzantes personajes en Venezuela, hace veinte años.
Rebobinemos. Estos procesos se dan lentamente. Siguiendo un esquema parecido —creado por los cubanos— cayó Venezuela con Chávez y Maduro. Y así va cayendo la Argentina, con Kirchner y Maradona. Según muchos analistas, hacia ese infierno nos estarían enrumbando Vizcarra y sus colaboradores.
Y al cerrar les dejo una observación final innecesaria (pero divertida). No me referiré a la tan económicamente fracasada Bolivia de Evo Morales y sus costosísimas chaquetitas andino-afrancesadas, con un treintavo del producto per cápita de un suizo. Si alguien los toma como referente, me imagino que será por masoquismo o pena.
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