Es una elección especial

Estando en vísperas de la elección de quien presidirá el Congreso para el período parlamentario anual que se inicia a fines del presente mes de julio, así como de quienes lo acompañarán en la Mesa Directiva, es bueno hacer algunos recuerdos y apreciaciones. Sobre todo porque no estamos frente a una elección rutinaria, sino a una especialísima por lo que más adelante señalaremos.

Quien preside el Congreso es la cabeza de  uno de los poderes del Estado que es una institución importantísima, pues tiene como función legislar; esto es, dictar la normatividad legal del país, fiscalizar a todas las organizaciones públicas, así como ejercer la función de representación de la ciudadanía. Sin embargo, hay personas que se quedan en lo adjetivo, que ven a quien es presidente del Congreso como la persona que asiste con el presidente de la República a los desfiles, a las más elevadas ceremonias del Estado y que recibe el saludo de las Fuerzas Armadas y Policiales, entre otras funciones de carácter protocolar.

El presidente del Congreso es el titular del respectivo pliego presupuestal, preside las sesiones del Pleno, al igual que las de la Comisión Permanente; dirige la administración parlamentaria y somete a la consideración del Consejo Directivo la agenda de las sesiones, entre otras elevadas atribuciones.

Estamos en tiempos muy especiales. Hemos visto en pocos años diversas sucesiones presidenciales por diversos motivos. Pedro Pablo Kuczynski renunció para evitar ser vacado. Su sucesor Martín Vizcarra fue vacado por el Parlamento y lo sucedió en el cargo el en ese entonces presidente del Congreso Manuel Merino, el que una semana después de asumir la Presidencia tuvo que renunciar a ella para evitar mayor violencia y por quedar huérfano del apoyo de los parlamentarios que lo habían encumbrado.

Merino fue sucedido por Francisco Sagasti, quien para tal fin se hizo designar previamente presidente del Legislativo, y fue reemplazado por Pedro Castillo elegido irresponsablemente para el cargo por los ciudadanos. Vacado que fue Castillo, asumió la Presidencia su única vicepresidenta, Dina Boluarte, a quien varias bancadas no le perdonan que esté en dicho cargo.

Así las cosas, es bueno también tener presente que hay sectores ciudadanos, que igualmente con falta de responsabilidad siguen en sus intentos para que se convoque a una Asamblea Constituyente, que se reemplace a la señora Boluarte y que se adelanten las elecciones que deberían ser, con arreglo a la Constitución y la Ley, el año 2026. Como quiera que Dina Boluarte no tiene vicepresidentes, si por algún motivo o pretexto es vacada de la Presidencia, la reemplazará en la función el presidente del Congreso, que está obligado a convocar de inmediato a elecciones.

Es fácil advertir que en este año la conducción del Congreso tiene una connotación muy singular, pues si los izquierdosos –que no se resignan a tener a Dina Boluarte como presidenta– logran que alguien de su entorno presida el Congreso, podrán intentar lo posible y lo imposible para que ella sea vacada y se vaya a nuevo proceso electoral.

Por lo señalado es importantísimo que las fuerzas realmente democráticas del Congreso estén unidas y no pierdan la conducción del Parlamento. Y si para ello es necesario llevar a la Mesa Directiva a alguna persona de distinto pensamiento político, ello no sería nada raro pues el Congreso es “…una entidad dialogante y esencialmente deliberante, que encarna el pluralismo político de la Nación” (inc. c art. 32 del Reglamento del Congreso). Advertidos estamos.